Un hombre poderoso tenía un hijo bastante atrasado. Lo cogió, fue a ver a un maestro de renombre y le dijo:
–Por favor, ocúpate de mi hijo. Quizá con tu ayuda se vuelva inteligente. Te pagaré bien.
El maestro tomó al hijo bajo su tutela y le enseñó obstinadamente durante varios meses, tras lo cual lo condujo ante su padre y le dijo:
–Tu hijo sigue igual de idiota y además yo también me he vuelto idiota.
No hay que intentar misiones imposibles sin correr el riesgo de quedarse atrapados en ellas.
Josep Mª Fericgla