CÓMO PREPARARSE PARA UN TRABAJO O CEREMONIA CON AYAHUASCA

ALGUNOS CONSEJOS PRÁCTICOS 

Dr. Josep Mª Fericgla
Antropólogo cultural y Etnopsicólogo
Campus Can Benet Vives
Fundació J.Mª Fericgla, España y Ecuador

—¿Para qué tomas ayahuasca?  
-pregunté al anciano chamán que toma más de una vez al mes para sanar a sus congéneres y para sí mismo.
—Porque al día siguiente de tomar ayahuasca tengo más ganas de vivir   -fue su simple y clara respuesta.
J.Mª Fericgla

I.

La mayor parte de personas que actualmente están interesadas en tener una experiencia bajo el efecto psicoactivo de la ayahuasca no provienen de tradiciones culturales en las que se transmita tal práctica. Es decir, provienen de sociedades en las que no se enseña a las personas cómo prepararse para tal experiencia, cómo vivirla y comprenderla, qué hacer después y cómo integrar lo vivido en su día a día para mejorarlo en algún o en diversos aspectos. 

      Por ello, resulta sorprendente el enorme interés que ha despertado en todo Occidente la experiencia del efecto de esta mixtura de origen amazónico y del pie de monte andino, interés que no cesa de crecer desde finales del siglo XX. Estudios recientes han puesto de relieve que en el año 2019 se consumieron en el mundo más de cinco millones de dosis de ayahuasca. La mayoría, por habitantes de los EEUU y de países europeos donde se trata de una experiencia de incorporación históricamente reciente (ver investigación de Carlos Suárez Álvarez, publicada el 6 de junio de 2023 en [https://www.iceers.org/es/ayahuasca-consumo-global-muertes/]).  

En mi opinión, como etnopsicólogo y como persona que hace más de tres décadas que investiga científicamente y usa los efectos de la ayahuasca para enriquecer y armonizar su vida, tal difusión se debe a que la mixtura permite —uso con precisión el término «permite», no hay beneficio automático— una experiencia trascendente. 

La trascendencia ha desaparecido del panorama existencial occidental, siendo una de las causas de la falta de un sentido profundo para la vida. En consecuencia, es una de las causas del trastorno anómico y neurótico, tan completamente enraizado en nuestras sociedades que, en general, pocos expertos en psicología y en otras disciplinas de la mente, se percatan de ello. Como se suele decir, el pez es el último en darse cuenta de que vive dentro del agua.

      En el quinquenio 2010-2015, recibí numerosas consultas sobre el efecto de la mixtura. A raíz de ello, en 2015 decidí escribir el texto «Los efectos de la ayahuasca explicados a personas que nunca han tomado» y lo difundí abiertamente. En el año 2018 se publicó mi libro Ayahuasca, la realidad detrás de la realidad (Kairós, Barcelona), del que, en relativamente poco tiempo, se realizaron cuatro ediciones. El primer capítulo de este libro fue el texto actualizado sobre los efectos de la ayahuasca explicados a personas que nunca han tomado —al final de este escrito se ha añadido el texto en cuestión.

      Hace poco me llegó otra sugerencia sobre el hecho de que el escrito del 2018 es muy útil en lo referente a los efectos de la ayahuasca, pero en él no se da casi ninguna indicación referida a la preparación. Espero que tal vacío quede parcialmente satisfecho con el presente escrito, complemento del anterior.

Antes de empezar, quiero aclarar que, con ello, no pretendo animar a nadie a tomar ayahuasca frívolamente. Las experiencias derivadas del «abrir las puertas de la percepción», en la bella y descriptiva expresión de W. Blake, no son para todo el mundo ni son un entretenimiento con el que pasar una velada divertida. Se trata de experiencias que, de la misma manera que pueden ayudar a una persona a desvelar su abismo interior y a dar forma al sentido profundo de su vida, a su futuro, pueden generar trastornos psicoemocionales a individuos sin una mínima preparación y madurez personal. No voy a extenderme sobre ello, es un tema que he tratado en el libro mencionado y del que hablo extensamente en el curso teórico-práctico que suelo impartir cada año, al que invito a participar al lector o lectora de este escrito: Ayahuasca: aplicación en Occidente y pautas para un uso seguro —ver en la web www.josepmfericgla.org.  

En todo caso, os invito a que antes de una experiencia de ayahuasca  —incluso antes de decidir lanzarse a ella— os preguntéis seriamente por la finalidad de la sesión: ¿Para qué quiero tomar ayahuasca? ¿Para qué?

II.

En la preparación previa a tener una experiencia con ayahuasca hay varios puntos básicos a tener en cuenta.

      En primer lugar, la dimensión corporal. Es adecuado seguir una dieta alimenticia ligera desde dos o tres días antes: no comer carnes, ni ajo o cebolla, ni salsas o condimentos de digestión pesada. No obstante, a veces es útil tomar algo ligero a la vez que- o un poco antes de- la ingestión del enteógeno [[1]]: una galleta u otros carbohidratos, nunca comida grasa. No es infrecuente que las primeras veces que una persona toma la mixtura no perciba ningún efecto psicológico ni somático, pero que, si, poco después del trabajo [[2]], ingiere algo habitual, le sube el efecto súbitamente, por sorpresa. Ignoro si hay alguna investigación científica sobre este fenómeno, pero, por mi parte, tengo la hipótesis de que cuando la ayahuasca entra en el estómago del neófito, a menudo, no reconoce una substancia tan ácida y extraña como es la mixtura amazónica y el cuerpo no metaboliza ni ingiere tal líquido. Cuando, poco después, la persona come algo que resulta familiar a su aparato digestivo, comienza el proceso de absorción y en pocos minutos experimenta el efecto psicoactivo de la ayahuasca. En otras ocasiones, he observado personas con mucha tensión psicológica y rigidez corporal que no sienten el efecto del enteógeno, pero que, al ingerir un alimento conocido, se relajan y es entonces cuando notan el efecto psicoactivo. Si esto sucediera, la persona debe permanecer calmada y regresar de nuevo al lugar recogido  —es de esperar— donde ha transcurrido la sesión.  

Hace unos años realicé una investigación de etnopsiquiatría junto al Dr. Joan Obiols, entonces psiquiatra del hospital Clínic de Barcelona, que entre otras pruebas consistió en realizar electroencefalogramas a diversos informantes occidentales bajo el efecto de la mixtura. Se constató que, desde el punto de vista bioeléctrico, registramos las mismas variaciones de onda en todos los voluntarios, pero que, desde el punto de vista psicológico, no todos percibieron el efecto del enteógeno. A raíz de aquella investigación publiqué dos libros que, por misterios del destino y de las modas, y a pesar de tratarse de publicaciones científicas originarias en este ámbito, nunca he visto que hayan sido reseñadas aunque solo sea por su vanguardismo histórico. Me refiero a Cognición y Psicología de los Shuar (Jíbaros). El Món Shuar contemporani (1996, ed. Institut de Cultura, Ayuntamiento de Barcelona, Barcelona) y Al trasluz de la ayahuasca. Antropología cognitiva, consciencias alternativas y oniromancia (1997, Libros de la Liebre de Marzo, Barcelona; y ed. Abya Yala, 1998, Quito).

      Tampoco es adecuado tomar estimulantes como café, té u otros más fuertes el mismo día de la experiencia o, mejor aún, no ingerir desde dos o tres días antes. En general, la comida abundante y los estimulantes musculares son poco amigos de la mixtura psicointegradora que genera un estado de profunda calma y percepción de lo sutil. 

En algunas tradiciones nativas y en algunos centros para occidentales se pide a los participantes que previamente a la ceremonia de ayahuasca hagan ayuno o una estricta dieta purgante. En mi opinión, aunque nunca está de más purgarse, no es imprescindible a menos que la persona busque una verdadera iniciación chamánica, aprendizaje que requiere más tiempo, esfuerzo y compromiso que una sesión explorativa con la mixtura. De todas maneras, la propia medicina tiene un saludable efecto purgante y es frecuente que uno de los efectos psicosomáticos sea el vómito que produce. El occidental medio no suele estar acostumbrado a devolver, reacción considerada casi como un acto sórdido producto de una comilona excesiva o en malas condiciones, o bien como síntoma de enfermedad. No es así entre los nativos americanos ni en otras numerosas culturas, donde el vómito es una práctica habitual para limpiar el aparato digestivo y mantener una correcta salud. En este sentido, el psiconauta primerizo no debe considerar como algo nefasto las arcadas de vómito que pueda sentir durante el trabajo, pero tampoco debe buscarlas ni esperarlas. Hay abundante mala literatura sensacionalista sobre el acto de vomitar a raíz del consumo de la mixtura. Incluso, si la ayahuasca es de buena calidad  —como con el vino, hay numerosas cualidades—, es frecuente que no produzca vómitos. Sea como sea, hay que entenderlo como lo que es: una reacción beneficiosa que limpia el cuerpo.     

            Una sugerencia adecuada es tomar zinc desde días antes de la experiencia con el enteógeno. El zinc es un oligoelemento importante que necesitamos para mantenernos saludables y que, además y en concreto, es necesario para que la dimetiltriptamina o DMT  —principio psicoactivo natural de la ayahuasca — se fije en el cuerpo y actúe. A pesar de que el zinc es un nutriente esencial, nuestro cuerpo no lo produce por sí mismo y es imprescindible obtenerlo por medio de la dieta. Su carencia puede afectar a todos los grupos de edad —aunque es más común en niños y adolescentes debido al crucial papel que juega en el crecimiento—, si bien la deficiencia de este oligoelemento afecta especialmente a las mujeres embarazadas o lactantes y, en general, a las personas a partir de la mitad de la vida. Probablemente, se debe a la carencia de zinc el hecho de que las personas que están en la segunda mitad de su vida suelen notar menos el efecto del enteógeno que aquellas que están en la primera. 

De ahí, repito, que una sugerencia apropiada sea ingerir alimentos que constituyan una buena fuente de zinc durante los días previos a la experiencia: las carnes de res, cerdo, pollo y cordero contienen mayor cantidad de zinc que el pescado, exceptuando las ostras y los mariscos. Las personas que no toman alimentos animales pueden obtenerlo de las nueces y otros frutos secos, de las legumbres enteras y de la levadura. En general, las frutas y verduras no son una buena fuente —el zinc en los alimentos vegetales no está tan disponible para el consumo humano como el zinc de las fuentes animales—, por lo que las dietas vegetarianas o pobres en proteínas tienden a ser bajas en zinc. Este mineral se suele incluir en la mayoría de multivitamínicos y suplementos minerales de venta en farmacias, suplementos que pueden contener gluconato, sulfato o acetato de zinc  —no se sabe si una forma es mejor que otra. 

      Es adecuado —casi imprescindible— descansar bien la noche o noches anteriores al trabajo. A fin de cuentas, la DMT es un neuroestimulante, y si la persona está con poca energía vital, por mucha ayahuasca que ingiera, el efecto no pasará de cierto umbral bajo. 

            En diversas tradiciones se invita a la persona que va a tomar ayahuasca a no tener relaciones sexuales desde unos días antes, mínimo tres o cuatro. No es un tema relacionado con la moralidad, sino que se trata de una contención que ayuda a disponer de más energía vital para la experiencia de lo trascendente y, en otro sentido, a no quedar aferrado en emociones menos elevadas derivadas del encuentro sexual. La misma contención es recomendable para los días posteriores a la experiencia. La ayahuasca tiene un claro efecto psicointegrador, de adaptógeno inespecífico, que ayuda a entrar y permanecer en un estado de calma interior y de claridad cognitiva y emocional. Para ello se requiere un cierto y sutil tono energético y psicofísico que el acto sexual suele arrebatar.

      La ropa debe ser cómoda, holgada y, muy importante, silenciosa: algodón, lana o lino. Bajo el efecto del enteógeno se amplifica la percepción sensorial y lo que en estado normal puede ser un ruido casi imperceptible —las mangas de poliéster o de nylon fregando con el cuerpo de la chaqueta—, con las puertas de la percepción abiertas puede resultar muy molesto para el propio sujeto y para los demás. 

También resulta adecuado hacer un paseo relajante por la naturaleza antes del trabajo. No me refiero a hacer una excursión larga ni a dar un paseo para charlar con los demás participantes, sino a una agradable caminata de 30 a 60 minutos, lo más silenciosa posible para relajar la agitación y la tensión corporal, para disolver el desasosiego, para conectar con la calma y la armonía de la naturaleza y para tomar consciencia del ser interno de cada uno.

III.

En segundo lugar, es necesaria una cierta preparación y madurez psicológica. La persona debe estar psicológicamente estable —dentro de la normalidad—. Debe ser capaz de estar presente y lo más tranquila posible, lo que pide un mínimo nivel de fuerza de voluntad y excluye personas con severos trastornos psiquiátricos, en especial a psicóticos.  

Tal estado de presencia, en buena parte, depende del propio sujeto y del talante, carisma y seguridad que transmita el guía o terapeuta que llevará el trabajo. Hay chamanes nativos que son realmente excelentes en relación con sus congéneres, pero que no lo son cuando se trata de occidentales que necesitan ciertas explicaciones sobre el desarrollo y pormenores de la ceremonia, conocimientos que los nativos de etnias ayahuasqueras reciben de forma automática como parte de su proceso de enculturación.

            Un factor que suele relajar antes de la experiencia es que se haya generado una relación fluida y amable entre los participantes, en el caso de que sean varios y no se conozcan de antes. En este sentido, cuando dirijo trabajos en nuestro centro amazónico, la casa Etno-Ahuano, una vez los participantes han tomado asiento, suelo pedirles que se presenten y que saluden afectuosamente a las personas que tienen a su lado, por ejemplo, deseándoles un buen trabajo, una experiencia útil para su vida. 

No hay que esperar ni anhelar nada. Un lema a tener presente en todo trabajo con ayahuasca es: «no aprietes, no aprietes, no aprietes…». Cuando se busca y se espera una «gran experiencia», «tener visiones espectaculares» o «hablar cara a cara con dios», esta misma actitud genera tensión, despierta una expectativa generalmente irreal y suele ser el puente a la frustración. Al abrir las puertas de la percepción, uno ignora lo que se encontrará, qué sorpresa le depara el destino, qué se desvelará de la dimensión inefable de la realidad. En la misma medida en que la persona quiera tener una experiencia sublime o descubrir cosas ocultas se está obstaculizando este mismo descubrimiento. 

La actitud más adecuada es la humildad —uno se dispone a percibir el misterio—, la aceptación de lo que surja —incluyendo en ello el hecho de que no se vislumbre nada—, y la disciplina para sostenerse bajo la fuerza de lo inefable, o del inconsciente si se prefiere usar términos psicoanalíticos. No aprietes, no aprietes.

Aunque parezca paradójico con lo anterior, cada trabajo con ayahuasca debería estar orientado hacia un objetivo personal concreto. Dado que el efecto de la mixtura se resume en «abrir la percepción» —esta es mi experiencia, coincidente con lo que afirman chamanes de diversos grupos étnicos a los que he consultado—, la persona descubre aquello y sólo aquello para lo que está capacitada. Determinar un objetivo razonable puede ayudar a orientar la experiencia hacia algo real y útil, sea desvelar un episodio biográfico, sea ver el mundo externo bajo el estado expandido de consciencia —en mi caso, bajo el efecto de este enteógeno percibí claramente que toda forma de realidad es energía—, sea conectarse con la comunidad de referencia, experimentar la trascendencia, sanar la falta de sentido de la vida y los trastornos que pueden derivar de ello, o sean otros muchos objetivos relacionados con el «ver». Los shuaras pueden tomar ayahuasca para «ver» donde está el perro que ha desaparecido y que necesitan para cazar y sobrevivir. 

No obstante, repito, el objetivo debe ser fluido, que no suponga una rigidez para la experiencia. La persona debe formularse el objetivo y, por así decir, dejarlo en un rincón de la mente, flotando dentro de sí, y acudir suavemente a él si la experiencia resulta caótica, emocionalmente vacía o, lo más habitual, en exceso autocomplaciente. No hay que olvidar que los enteógenos son un carburante altamente refinado para el narcisismo —sugiero leer el libro mencionado o Epopteia, avanzar sin olvidar, obra que escribí para ayudar a comprender e integrar las experiencias de estados expandidos de consciencia, FERICGLA, J.Mª, 2023 (6ª edición), ed. Escola de Vida, Barcelona. 

Así pues, resumiendo y para acabar, es útil rebajar las expectativas aceptando lo que la experiencia proporcione, estar en calma psicológica acompañada de una disposición abierta a vivir lo que la ayahuasca desvele de los abismos internos del sujeto sin defenderse de ello y confiar en la persona que lleve la experiencia. En los trabajos con ayahuasca es más importante la persona que la da que quien la toma, ya que quien dirige el viaje es el factor que, en cierto modo, crea la atmósfera de la experiencia, la velocidad y los límites del inefable campo que determina lo que sucede dentro de él. Como dijo A. Einstein y simplificando su teoría física: «fuera del campo no sucede nada», y el campo psicológico y electromagnético que acoge toda experiencia enteógena lo configura el guía. De ahí que tanto el neófito como el participante experimentado deben confiar completamente en la persona que dirige la experiencia y, para ello, además de los imprescindibles conocimientos técnicos, éste o ésta debe hacer gala de los dos sentidos más importantes y que menos se usan, el sentido común y el sentido del humor.

IV.

Finalmente, no es del todo imprescindible pero sí muy, muy recomendable que antes de adentrarse en un viaje fuera de la percepción y del mundo habitual, la persona disponga de un lenguaje y de una estructura simbólica que le permita «pensar», elaborar, expresar e integrar lo que experimente. Necesita haber aprendido y acordado una cosmovisión adecuada para acoger la experiencia que le espera. En general, las sociedades entre cuyas tradiciones se observa el consumo de ayahuasca que se transmite de una generación a la siguiente desde tiempos inmemoriales, disponen de una rica simbología —términos, metáforas, imágenes, músicas…— para referirse a las visiones, a los estados del alma, a las posteriores aplicaciones prácticas del efecto y a todo lo demás que constituye una experiencia de estado expandido de la consciencia propulsado por la ayahuasca. Disponen de mitos tradicionales y de narraciones bien asentadas y conocidas por todos los miembros de aquella sociedad. En sentido contrario, el occidental medio no dispone de un mundo simbólico adecuado para pensar y expresar lo que sucede en su viaje por los abismos internos y externos. Por ejemplo, en este mismo escrito que está Ud. pacientemente leyendo ahora, el autor usa expresiones que pueden ser comprendidas por la mayoría de sus congéneres («abrir las puertas de la percepción», «viaje a los abismos internos», «enteógeno», «estimula el narcisismo», «la realidad detrás de la realidad», «neuroestimulante»), tratándose de símbolos de doble dirección que el lector y la lectora aprenden y usan para expresar su experiencia, pero que de ser utilizados entre nativos amazónicos probablemente requerirían una larga explicación, lo mismo que sucede si una chamán shuar usa el vocablo tséntsak, traducible por «dardo», o aenstri tséntsak para referirse a la esencia de sus poderes chamánicos: todo shuar conoce perfectamente el contenido profundo y complejo de esta metáfora pero a un occidental habría que explicarle su sentido, no siendo seguro que pudiera comprenderlo sin conocer a fondo el mundo shuar.

La persona que va a tomar ayahuasca ha de disponer de un conjunto de símbolos, de conceptos, narraciones e imágenes aprendidas que vayan de fuera hacia dentro de ella, que le ayuden a disponer de palabras, imágenes y conceptos, en definitiva, de una cosmovisión útil para dar forma a la realidad sin-forma e indeterminada derivada de la experiencia de lo inefable. Y que, a la vez, sean símbolos que puedan ser utilizados de dentro hacia afuera, que le ayuden a comunicar su experiencia de manera que sea comprensible por su entorno.

En cierto sentido, es casi indiferente que el mundo simbólico y expresivo que usa una persona para con-formar su experiencia extática sea de origen psicoanalítico  —que lo entienda y exprese en términos de la consciencia, del ego, de arquetipos universales, del inconsciente personal y colectivo, etc.—, sea de origen religioso  —que conciba la experiencia como una vía para contactar con dios, sea cual fuere su concepción de lo divino—  o sea una cosmovisión animista  —la experiencia de la ayahuasca nutre la fuerza personal del sujeto y le permite recabar la ayuda de los poderes o espíritus que habitan la selva, solo perceptibles bajo el efecto del enteógeno—. Lo importante, y lo que falta al occidental, es una cosmovisión adecuada para comprender la experiencia extática, de unión con el universo, para referirse a la conexión con la trascendencia por medio de un conocimiento corporeizado. 

Antaño las religiones monoteístas servían a este fin. Actualmente, una vez desactivado su potencial extatogénico, solo mantienen sus sistemas simbólicos convertidos en dogma y habitualmente vacíos de contenido más allá del control social.

En otros textos he descrito técnicas para elaborar (hacer pensable) e integrar (llevarla a la vida cotidiana) la magnificencia de la experiencia de ayahuasca, técnicas útiles para Occidente, por lo que aquí no me adentraré en tales capítulos del trabajo a pesar de que son tanto o más importantes que la preparación. Simplemente, recordar que todo proceso de elaboración de la experiencia debe comenzar por dar espacio y tiempo a la expresión de los niveles preverbales de la propia experiencia (dibujándola, improvisando música, incluso componiendo poemas de carácter místico…), y solo a continuación debe seguir una verbalización racional u ordenada que permita describir o compartir la experiencia. Finalmente, tras la elaboración —proceso para hacer pensable la experiencia— suele ser útil fijar propósitos concretos que conlleven la mejora de la vida del sujeto y de su entorno. 

No siempre es posible, aunque sí extremadamente deseable, que el trabajo suceda en un entorno natural. La naturaleza aporta la armonía y el silencio necesarios para tener una experiencia notable. 

Así pues y para acabar, la mejor preparación para participar en un rito de ayahuasca es realizando aquello que permita al sujeto alcanzar lo que el cristianismo denomina «estado de gracia», un estado psicológico y espiritual que, más allá de la definición religiosa relacionada con el bautismo cristiano, se refiere a un estado de fraternidad y de profunda armonía que nos permite participar de la naturaleza de lo Inefable, del amor impersonal, reconociendo el preciso y acertado sentido del vocablo «enteógeno». Es estar en armonía con el entorno y con una o con uno mismo.

J.MªF.
Can Benet Vives, 29 de julio 2025


[1] «Enteógeno», neologismo acuñado en 1976 y cuyo uso se está extendiendo. Lo creó un grupo de científicos para referirse a las substancias psicoactivas que «despiertan la experiencia de lo divino o de lo trascendente dentro del sujeto», en-theos-gen. Viene a substituir otros términos más populares como psicoactivo, psicodélico, alucinógenos y demás, a menudo semánticamente inadecuados. 

[2] Prefiero usar el concepto de «trabajo» para referirme a las sesiones de ayahuasca, dado que el encuentro con uno mismo, bajar a los abismos de la propia psique, es un verdadero trabajo interior. Lo prefiero a términos como sesión, ceremonia, celebración y otros, aunque a veces los use por motivos estilísticos para no repetir palabras.

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