En los pueblos nativos norteamericanos, las personas eran valoradas por su contribución a la tribu, más allá del género. No existían preconceptos con respecto a la forma en que una persona debía amar, simplemente era un acto natural que ocurría. Cuando las personas contribuimos al bienestar común nos sentimos realizadas y felices, como los árboles de la foto que unen sus raíces para vivir todos mejor.