Caminar hacia la construcción del propio destino

Estamos ya preparando los textos para el seminario-espectáculo CONSTRÚYETE (12 a 14 de mayo, Can Benet Vives, inscripciones abiertas).
Os adjunto una parte del texto que Josep Mª está escribiendo para el seminario. Disfrutadlo.

«DEJAR DE SER ALGUIEN ACCIDENTAL Y CAMINAR HACIA LA CONSTRUCCIÓN DEL PROPIO DESTINO»
Dr. Josep Mª Fericgla

1.
En el mundo actual, si hay algo difícil, abstracto y lejano donde quiera que uno mire y aplicable a cualquier persona, es nada más y nada menos que convertirse en uno mismo o en una misma. ¿Por qué queda tan lejos de nuestras posibilidades ser uno lo que es realmente? La respuesta es simple: porque la vida adulta depende en muy buena parte de la educación recibida, y resulta que hacerse cargo de la propia vida nunca —o, vamos de decir, casi nunca— es el resultado natural de la educación recibida. Ninguna sociedad educa a los niños y niñas para que sean ellos mismos, sino que somos educados para lo contrario: para reproducir la sociedad en que nacemos.
Es un caso excepcional el de los padres que educan e incitan a sus hijos para que escojan su propio modelo de vida y su propio camino hacia el éxito. Personalmente, no conozco ninguno (sí, desde aquí puedo oír los comentarios molestos, pomposos y hasta pedantes de los padres y madres de las llamadas ‘escuelas libres’). Lo habitual es que los progenitores impongan su mundo y sus valores a los hijos y que les animen a conseguir aquello en lo que ellos y ellas han fracasado. Por su lado, la orientación escolar y universitaria es desastrosa en todas partes —bueno, en casi todas—, no contribuyendo lo más mínimo en despertar el genio, el don personal y el ser que dormita en cada uno.
En términos generales, es necesario que ocurra lo que llamamos el Acontecimiento que despierte al sujeto. El Acontecimiento puede tratarse de un doloroso shock emocional, de una experiencia cercana a la muerte, de un proceso de maduración lenta, de un consejo justo dado en el instante adecuado por la persona precisa, puede ser resultado de una presión insoportable o de un estado de pobreza extrema, de una situación que lo obliga a uno a reconocer que vive dormido, a coger la riendas y responsabilizarse realmente de su propia vida. El Acontecimiento también puede ser el encuentro con un Maestro espiritual o un encuentro con el Otro, ya que el reflejo en el y del Otro a menudo es la condición imprescindible para convertirse uno en sí mismo.
No obstante y en términos generales, el Acontecimiento no es suficiente para despertar y convertirse uno en sí mismo. Hay que vivir un periodo de aislamiento, por lo menos de aislamiento mental. Es necesaria una fase de silencio, de concentración y de meditación. Este periodo de aislamiento tras el Acontecimiento es especialmente imprescindible para aquellas personas que no tienen tan clara la necesidad de convertirse en uno mismo, de despertar. Es una pausa en la vida cotidiana y mecánica para observarse.
Durante esta etapa de pausa y silencio para observarse, es necesario disponer de un camino a seguir, de una brújula y un mapa para no perderse por el desierto que se abre ante la persona. Hay numerosos caminos por ese espacio eternamente abierto pero, como suele suceder, muy pocos conducen a buen puerto.
Nuestro camino, que es bueno, experimentado durante milenios y útil, puede ser dividido en cinco etapas que, en cierta forma, son un resumen y adaptación actual de lo que escribió Epicteto, nacido en Hierápolis, la actual Turquía, hace dos mil años.
1) La primera etapa para tomar consciencia de los automatismos y de la propia alienación consiste en observar, comprender y aceptar las restricciones inherentes a la vida humana, restricciones que viene dadas por las circunstancias en que nacemos y por las demás personas que rodean nuestro camino, factores éstos que no escogemos.
2) La segunda etapa del camino hacia el objetivo de Ser uno mismo, consiste en respetarse y hacerse respetar. Uno debe darse cuenta que tiene ciertos derechos naturales como, por ejemplo, el derecho a una vida buena, a gozar de la belleza, del bienestar y del amor, y que eso depende de uno mismo, no de las circunstancias que lo rodean.
3) La tercera condición es aceptar la soledad, no esperar nada de los demás incluyendo a las personas que amamos y a las que nos aman. Hay que sostener la soledad del pequeño ego para poder pasar por la puerta que nos abre a la grandiosidad de ser uno mismo. Y, gracias a las dos etapas anteriores del camino, hay que aprender a vivir la soledad como lo que es: una fuente de felicidad, no de sufrimiento.
4) Cada uno debe tomar consciencia de que la vida —su vida— es única, que cada persona nace con unos dones peculiares y que nadie está condenado a la mediocridad. Cada uno, insisto, debe comprender y asumir que, a lo largo de la vida, incluso es posible desarrollar más de uno de los dones con los que nacemos.
5) Cuando se cumplen las pautas anteriores, por fin, uno se halla en condiciones de encontrarse a sí mismo, de dejar de ser alguien del accidente y empezar ser una persona de destino, de escoger su propia vida.
Este camino puede y debe ser revisado varias veces a lo largo de la vida, y puede ser recorrido en unas horas o en varios años. Al terminar cada vez el recorrido, uno debe sentirse claramente desidentificado o desapegado de la etapa que acaba. Y esta desidentificación de las rutinas anteriores es parte de la sensación de claridad interior que acompaña cada toma de consciencia, cada paso hacia uno mismo.
Naturalmente, sería ideal que esta reflexión se llevara a cabo desde la infancia para ir preparando el camino de la vida, aunque como se suele decir, mejor empezar ahora que nunca ya que aun no es demasiado tarde. Nunca es demasiado tarde para ser uno mismo. La revisión debe realizarse unas cuantas veces a lo largo del camino que es la vida, a intervalos regulares y, desde luego, siempre que los acontecimientos pidan elegir una nueva dirección.

2.
Primera etapa
TOMAR CONSCIENCIA DE LOS PROPIOS AUTOMATISMOS Y DE LA ALIENACIÓN

La primera etapa del camino para abandonar las filas de la gente del accidente y convertirse en alguien con destino, en alguien que se esfuerza para convertirse en uno mismo, es tomar consciencia de la vida mecánica que llevamos, tomar consciencia de la propia alienación y de los límites dentro de los que puedo moverme.
Al margen de las creencias religiosas individuales, toda persona debe experimentar en cada una de sus células la soledad y la brevedad de la vida en la tierra. Cada uno ha de comprender y asumir su precariedad e impermanencia. ¿Cómo hacerlo? Os ofrezco un ejercicio que puede resultar útil.
Cierra los ojos y visualiza cada minuto de tu vida pasada y de tu vida futura como si fuera un grano de arena que va cayendo inexorable en la parte inferior de un reloj de arena. El montoncito de arena que va creciendo en la ampolla inferior transparente del reloj es el tiempo que ya has vivido. Incluso puedes intentar asociar mentalmente cada grano que va cayendo a un acontecimiento concreto de tu vida pasada. En referencia a lo que está por llegar no puedes distinguir los granos de arena que lo simbolizan: sólo puedes ver lo que está cayendo en cada momento. Cada grano de arena que cae es un instante, es justo el instante que estás viviendo ahora, mientras lees esto, y piensa que quizás sea el último grano. Nadie, excepto el Creador, sabe cuánta arena queda por caer porque… la ampolla superior del reloj es opaca.
El siguiente paso del camino es reconocer que, al igual que el resto de seres humanos, ni tú ni nadie escoge —por lo menos conscientemente— ni la fecha ni el lugar de nacimiento, ni tampoco el nivel social o el contexto cultural en que se va a educar. Por tanto, no hay motivo ni para maldecirlo ni para sentirse orgulloso de ello. Se trata de un simple dato que, en el fondo, no es más que una constricción que nos limita la libertad.
Llegados a este punto, es el momento de tener el valor para formularse algunas preguntas en las que es difícil mentirse a uno mismo. Preguntas que no solemos hacernos y que la mayoría de la gente no es ni capaz de leer: ¿Soy adicto o adicta a la comida, a la bebida o a alguna droga? ¿Soy adicto a alguna ideología, religión o forma de pensamiento? ¿Soy capaz de librarme de ellas cuando quiero, o estoy completamente atrapado y dependiente de ellas? ¿Qué he estado haciendo con mi vida hasta el día de hoy? ¿He escogido libremente y con valentía los criterios para construir mi vida? ¿El lugar donde vivo? ¿Mi profesión o estudios? ¿Mi pareja? ¿Mis hijos? ¿Realmente he tratado de descubrir mis dones o talentos, y de usarlos? ¿De qué penas estoy hecho? ¿Qué alegrías llenan mi vida? ¿Estoy verdaderamente limitado por mis recursos materiales o es por mi pereza y autocomplacencia? ¿Soy una víctima accidental de las desgracias que me han ocurrido, o las he provocado yo? ¿Estoy condenado a la mediocridad y a vivir una vida accidental? ¿A una vida casi igual a la del resto de la masa social? ¿Estoy resignado o resignada a ello? ¿Estoy satisfecho con estarlo? ¿Y si lo que considero que soy actualmente, así como mi importante proyecto de vida, no son más que una mentira que me cuento a mí mismo para tranquilizarme ante el paso inexorable y vacío de mi existencia?
La mayoría de los pobres humanos hacen lo que sea con tal de no contestar estas preguntas. La mayoría de las sociedades hacen lo posible para que sus miembros no se las formulen jamás, incluso exhortándolos a no hacerlo, como vemos en la actualidad en España, Alemania, Francia, EEUU y en todos los demás países donde se rehúye todo lo que implique llegar a ser uno mismo, todo lo que implique dejar de cumplir con las estadísticas.
Para responder a estas y otras peguntas similares es necesario tener la valentía de confrontarse uno con su propia historia personal, con la de sus progenitores y ancestros, con la cultura heredada, incluso, a veces, con los secretos familiares. Para crecer libres, los hijos deben recordar lo que los padres quieren olvidar.
Finalmente, para aplicar las anteriores cinco pautas es necesario parar con frecuencia a lo largo del día, acordarse uno de sí mismo y pasar revista a lo que está haciendo. Revisar los propósitos que le mueven a la acción, revisar el objetivo de la acción y descubrir cuáles de tales propósitos son realmente libres y elegidos, y cuáles forman parte de la mecanicidad que rige la casi totalidad de la existencia de las personas. Hay que plantearse ¿qué haría en este momento si fuese libre y no tuviera miedo?
Esta primera etapa para llegar a ser uno mismo no implica someterse a un psicoanálisis duradero: no confundamos, el pasado no es una enfermedad de la que haya que curarse. Así que este periodo preferiblemente debe vivirse en solitario, cara a cara con uno mismo, planteándose preguntas, aprendiendo a seguir el propio sentir y el camino interior. Para algunas personas este periodo se recorre más fácilmente si se tiene a alguien con quien hablar y que le haga a uno de espejo: una persona amada, un amigo ecuánime, un profesional o un entrenador. Y sea como sea, esta etapa ha de permitir tomar consciencia de la alienación que nos convierte en ajenos a nosotros mismos, de la dependencia que tenemos de las ideas, valores, creencias y actitudes de otros, automatismos que hemos aceptado como propios sin mayor reflexión. Nos ha de ayudar a tomar consciencia de la mecanicidad que rige la existencia de cada uno hasta que le llega el Acontecimiento y le despierta —¡y aun entonces!—, de los puntos fuertes y los puntos débiles de cada uno, y de los márgenes de libertad real que tenemos.
La consciencia real de los límites entre los que podemos construir nuestro destino, entre los que podemos ser protagonistas de nuestra vida no nos ha de empujar forzosamente a renunciar al pasado ni al legado de nuestros ancestros. Y tampoco ha de sentirse uno con la necesidad compulsiva de renunciar a todo lo que hacía durante el periodo de vida accidental. Los cambios reales son paulatinos y no se refieren tanto a lo que hacemos sino a cómo hacemos lo que hacemos: el cambio es de actitud. Y tal toma de consciencia incluso puede conducir a no responder las anteriores preguntas, e incluso a no formularse las preguntas por sentirlas demasiado insoportables y decidir quedarse en la vida del accidente, de gente resignada y mendicante.
Contrariamente, si uno o una es capaz de hacer frente a sus verdades, por muy doloroso y difícil que sea aceptarlas, esta primera etapa permite tomar consciencia del papel que cada uno juega en la alienación de otros. Cuando engendramos hijos les damos un alma y, a la vez, les damos el estatus de mortales y les alienamos, por muy buena intención que tengamos como progenitores (sí, también los de las escuelas libres). Consciente o inconscientemente, les hacemos creer que están aquí, en este mundo, para proseguir nuestra obra personal, para triunfar en lo que los padres y madres han fracasado. Participamos en la alienación de los demás cuando creemos que tienen la obligación, aunque sea un poquito, de obedecernos o de amoldarse a nuestros deseos y expectativas sobre ellos.
Cuando tomamos consciencia de nuestros límites reales, de nuestra locura y de la fantasía con que teñimos la realidad para no verla, estamos abriendo una ventana en la cárcel de la vida accidental, ventana que hace posible construir, con persistencia y esfuerzo, una lúcida consciencia de sí mismo. Cuando una persona tiene una real consciencia de sí misma, de sus límites y dones, éste mismo hecho la anima y empuja a ir más allá, le inyecta más confianza en sí misma para avanzar por el camino de la construcción de su propio destino, aceptando los límites que el Creador ha puesto a su camino personal. De esta manera acaba la primera de las cinco etapas de la autoconstrucción.

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