Encontrarse y crear el propio destino

Quinto y último peldaño para ser lo máximo uno mismo (calentado motores para el seminario-espectáculo ‘Constrúyete’).

ENCONTRARSE y CREAR EL PROPIO DESTINO
Josep Mª Fericgla
Una vez superados los peldaños anteriores, las personas se dan cuenta que son mucho más libres para escoger su propio camino de lo que creían en un principio. Descubren que no importa la edad ni el nivel cultural y que, como proponía M. Gandhi, pueden ser un ejemplo del cambio que quieren para el mundo.
Necesitamos que dentro de cada uno de nosotros haya un espacio virgen y libre de los esquemas convencionales asumidos como propios, esquemas que esterilizan la creatividad haciéndonos creer que lo imposible no es posible. Crea este espacio sagrado dentro de ti, un lugar desde donde puedas ver el mundo objetivamente, y descubrirás que las cosas sólo son imposibles hasta que alguien lo hace.
El objetivo del quinto peldaño consiste en encontrar tu sitio, y es la culminación de las etapas anteriores. Encontrar el sitio de uno se refiere tanto a nivel cósmico como a nivel concreto, encontrar tu sitio en el ahora, esto y aquí. Implica dejar de moverse de forma accidental, reaccionando ante los estímulos externos o internos sin reflexionar, y aprender a moverte siguiendo el esquema estímulo-reflexión-consideración-decisión personal-acción.
A partir de este momento, uno entiende que el camino realizado, por duro y largo que haya sido, era necesario para poder elegir, para convertirse en lo máximo sí mismo posible, y para integrar y enraizar sólidamente lo aprendido.
Crear el propio destino no es una mera reacción de rabia contra la autoridad o contra los demás, contra la impotencia que produce el Estado, contra la propia e insoportable soledad y los propios fracasos. No es esto.
Alcanzar el quinto peldaño implica que has ganado confianza en ti. Has ganado una estado de serenidad permanente: “Sí, soy capaz, soy mejor de lo que pensaba. Sí, tengo capacidad para actuar y crear mi propio destino. Realmente ¡puedo triunfar!”. Esta actitud es lo que, en definitiva, hace posible tener el coraje y el entusiasmo para recorrer la última fase y empezar a usar aquellos dones físicos, intelectuales, sociales o artísticos que nunca te habías atrevido a usar y que tal vez eran incluso desconocidos para ti a pesar de formar parte de tus capacidades naturales. Empiezas a vivir con la pasión, la calma y hasta el buen humor combinados, una receta que hace posible una vida plena y propia.
Nadie ni nada puede ponerme obstáculos a la decisión de vivir siendo yo mismo, ni la edad, ni el sexo, ni mi estado financiero. Tanto tú como yo, en cualquier momento podemos tomar la decisión de escoger una vida propia, de crear nuestro propio destino. ¿Tanto cuesta que, a la fin, resulta que hay poca gente del accidente que quiera labrar su destino? No, no es tan difícil. Todo depende del camino recorrido, sea corto o largo, y de la fuerza de la decisión tomada para reunir la energía necesaria para recorrerlo. Depende de la decisión que uno toma de entregarse al propio destino con todas sus facultades, intención y tiempo, o bien de no tomar la decisión clave y seguir con la vida de mendicante que no es sino un juego diseñado por otros, un juego “con el que no tengo nada que ver pero que moldea mi vida”.
Cuando, a pesar de todo, alguien no escoge caminar hacia lo que le entusiasma ni en su vida profesional ni en su vida íntima, cuando alguien de manera consciente opta por mantenerse o incluso regresar al estatus de la resignada gente del accidente, a la comodidad de la alienación sin mayor pretexto, significa que esta persona está atrapada por la angustia de la elección, por el miedo a la libertad que tan genialmente analizó E. Fromm, se dé cuenta ella misma o no. Este miedo a la elección y a ser uno mismo, hace que la libertad sea más difícil y dolorosa de vivir que una dictadura, significa que su supuesto proyecto de vida no es más que una imagen de sí mismo que carga sobre los demás para su propia autocomplacencia.
Encontrarse a uno mismo y crear el propio destino, finalmente lleva a comprender que el Otro, sea cercano o lejano, también puede convertirse en un ser pleno, completo. Así pues, optar por llevar una vida propia, una vida causal y no casual, puede significar que uno también ayuda a los demás a hacer lo propio, les sirve de modelo. Se recibe mucho dando, ya que al hacerlo de forma consciente da como resultado la ecuación más universal: servir al grupo es servirse a uno mismo. Reconocer que los ancianos pueden ser tesoros latentes, que los jóvenes son promesas que han que desplegarse, que detrás de cada cara hay un potencial genio por desarrollar y que ayudarlos a despertar puede ser una fuente para la propia felicidad, todo ello puede marcar el camino hacia una vida plena.
Enseñando se aprende mucho. Compartir un conocimiento es una forma espléndida de desarrollar ideas propias que reposan dormidas en el sótano del propio interior. Os aseguro que nada es más apasionante que ayudar a los demás a encontrarse a sí mismos, que mostrarles el camino hacia su individualidad, especialmente a los niños.
Y sí, claro está, todo tiene sus inconvenientes. Optar por enseñar a los demás a encontrarse a sí mismos, a despertar y recorrer su propio camino puede tener como consecuencia ganar enemigos. A nadie le gusta sentirse en deuda, sea lo que sea lo que se adeuda y sea a quien sea a quien sea que se adeuda, y para muchos deudores nada resulta más natural que detestar y hablar mal de sus acreedores, aunque ellos mismos hayan buscado voluntariamente aquello que los hace sentir en deuda. Como dijo Heráclito el siglo VI antes de Cristo: “Me he buscado a mí mismo (…) de acuerdo a la Naturaleza escuchando su voz (…), y a todos los hombres les es dado conocerse a sí mismos y demostrar su sabiduría”, pero esta misma y exitosa posibilidad se convierte en motivo de crítica cuando alguien lo intenta y, a causa de sí mismo, no lo consigue. Pero en lugar de asumir el dolor del propio fracaso y aprender de ello, lo carga sobre otros, como suele suceder con la gente del accidente. Hay suficiente luz para todas aquellas personas que desean ver y verse, y suficiente oscuridad para todos lo que se sienten atraídos por ella y desean lo contrario.
En el caso de la construcción del propio destino, cuando se llega al último peldaño —a encontrarse uno mismo— una de las cosas que se descubren es que la forma de saldar la deuda con quien nos ha ayudado a encontrar nuestro propio camino es agradeciendo con humildad y actuando de modelo para otros, transmitiendo las pautas, indicaciones y entusiasmo que nos ha ayudado a alcanzar el éxito en el proceso de llegar a ser nosotros mismos.
Así pues, es necesario que si alguien opta por ayudar a los demás a encontrarse a sí mismos, esté preparado a ser objeto de envidia y de ingratitud pero, por otro lado, quien se convierte en persona de destino puede asumir dicho riesgo sin la menor pedantería y con una franca sonrisa.
Ánimos.

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