–ARTE OBJETIVO / ARTE SUBJETIVO — Dr. Josep Mª Fericgla
(texto para el seminario CREATIBUS, previsto para 29-IX al 1-X-2017, en Can Benet Vives, Barcelona. Imparte el autor y J.P. Romera).
Os esperamos a todos los creativos.
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Recogiendo la propuesta de G. Gurdjieff, que a su vez es heredera de la semilla sufí, taoísta y platónica, el arte se puede dividir en dos grandes calidades: Arte objetivo y Arte subjetivo. ¿Qué es el arte objetivo y el arte subjetivo? Es la pregunta que me han formulado en numerosas ocasiones y que voy a tratar de responder en unas pocas líneas.
La casi totalidad del arte actual es arte subjetivo. Sólo una muy, muy pequeña parte es arte objetivo, al revés de lo que ocurría en otras épocas de nuestra historia -como en el mundo griego clásico- y al revés de lo que ocurre en la mayor parte del arte de los llamados pueblos primitivos.
Arte subjetivo significa que el artista vierte su mundo y estado subjetivos sobre la tela que está pintando, en la música que produce, en los poemas que escribe o en la danza que ejecuta. Ese arte es una mera proyección de sus sueños, de su imaginación y fantasías, estados de ánimo y carencias. El artista que produce arte subjetivo no está realmente implicado con las personas que van a ver su pintura, a escuchar su música ni a leer sus poesías. No se involucra con lo que le va a pasar al receptor de su arte, digamos que no le concierne para nada. El arte subjetivo simplemente es un especie de excreción de sí mismo que el artista espera que los demás acojan. A él o a ella, sin la menor duda, le ayuda el esfuerzo de dar forma a su mundo subjetivo, pero le ayuda una manera parecida a como nos ayuda el acto de vomitar o de escupir: a uno le quita el malestar y la náusea, le hace sentir más saludable, pero no aporta nada a los demás. En general, este artista no tiene en consideración lo que va a suceder a la persona que reciba su vómito: le provocará náuseas y hasta puede sentirse enfermo ante la obra de arte. De hecho, este es el objetivo de muchos artistas subjetivos, que los demás sientan su malestar, su angustia o su alegría. Tan solo buscan ‘la provocación’.
Para poner un ejemplo famoso, las pinturas de Pablo Picasso. Fue un gran artista pero solo produjo arte subjetivo. Observando sus cuadros, uno empieza a sentirse mareado, algo se desajusta en la mente. No se puede estar mirando los cuadros de Picasso durante mucho tiempo porque su pintura no ha surgido de un ser silencioso y calmado, sino que ha salido del caos y eso despierta en el observador. Muchas de sus pinturas son producto de una pesadilla o de su dolor ante la sociedad en que vivió. Se puede afirmar que la casi totalidad del arte actual pertenece a esa categoría.
En sentido opuesto, el Arte Objetivo es todo lo contrario. El artista que busca producir arte objetivo no tiene nada que eliminar o excretar de su mundo interno, se siente completamente vacío y limpio de pulsiones y de emociones. Entonces, desde este silencio interno surge el amor y la compasión, surge la posibilidad de despertar la verdadera creatividad. Silencio, amor, compasión, serenidad y plenitud son las mismas cualidades de la meditación. Y, en efecto, la meditación, cualquiera que sea la tradición de la que surja, es la base del arte objetivo.
La práctica de la meditación nos conduce a nuestro centro, al núcleo interno de gravedad de donde sale la verdadera creatividad y que está ‘mucho más allá’ de la mera experimentación con las formas y de las pulsiones emocionales. En este sentido, nuestro centro interno no es tan sólo un centro psíquico personal e individual, es el centro mismo de la Existencia, del Ser. Cuando estamos en la periferia de nosotros, de nuestro centro, es cuando estamos perdidos y somos diferentes de los demás porque estamos aislados del Universo. Pero cuando una persona comienza a moverse hacia el núcleo de sí misma descubre, como afirman todas las grandes religiones, que somos uno con todo, que formamos parte de la eternidad que está más allá del habla y que envuelve las palabras, y es de ahí de donde puede surgir una expresión artística objetiva. Se trata de una experiencia universal que se ha buscado y se busca en todas las sociedades y épocas, que toda la gente de nuestro alrededor está anhelando pero que resulta muy difícil de expresar.
El arte objetivo busca propulsar la misma experiencia en todas las personas que lo reciben, de ahí que debe salir de y debe dirigirse a ese núcleo universal y arquetípico que todos los humanos compartimos y que, a su vez, nos une más allá de los egos y de las reacciones emocionales individuales. Es un arte creado pensando en el receptor, no una mera excreción del artista creador. Tenemos ejemplos de arte objetivo en todas las épocas y culturas y en todas las artes: el Partenón de Atenas y casi toda la escultura helénica, la música de Gurdjieff y ciertas músicas primitivas en las que cada instrumento encarna la voz de una deidad con lo que escucharlas es escuchar una conversación entre divinidades, las danzas sagradas, los mosaicos basados en geometrías sagradas como los de la Alhambra, o el arte zen, taoísta y sufí.
El arte objetivo es, en realidad, el que busca la gente y, en especial, los artistas. El tema es que pocos de ellos lo logran porque pocos conocen el sendero hacia ese centro. Buscan por todas partes menos en sí mismos.
A veces, observando el honesto esfuerzo de algunos creativos amigos me viene en gana gritarles: “¿Dónde estás? ¡Abre los ojos! Donde quiere que vayas a buscar te alejas de ti mismo. No sigas moviéndote entre formas vacías. Regresa a casa y entra en ti mismo tan profundamente como te sea posible, ahí puedes encontrar lo que buscas». Ha habido grandes místicos artistas —como, por ejemplo Jalaluddin Rumi— cuya enseñanza se transmitía a través de la danza giróvaga y de tal experiencia surgían los maravillosos poemas que regaló al mundo y que, aun hoy, siguen siendo la poesía más vendida en el mundo. Cuando uno mira como gira un derviche, tal y como enseñó Rumi danzando él mismo, algo profundo y dormido se activa, y de pronto se encuentra también uno mismo bailando. Está danzando incluso antes de darse cuenta que lo está haciendo, experiencia de enorme valor: uno ha sido atraído por una fuerza magnética generada por el arte objetivo que está presenciando. No ha sido una decisión mental, no se han sopesado los pro y los contra de participar o de no participar. No. Ha sido la belleza de la danza de Rumi, la energía que genera y esparce a su alrededor lo que se ha posesionado del observador que, sin buscarlo, se siente tocado por algo profundo y unificador. Esta danza giróvaga es un ejemplo de arte objetivo.
En India hay estatuas frente a las cuales la persona sólo tiene que sentarse en silencio a meditar. Tan sólo debe mirar la estatua. Son representaciones que han sido creadas por personas meditantes siguiendo las leyes del arte objetivo —porque, desde luego, hay ciertas leyes de ejecución. Se trata de figuras de Buddha o de Mahavira que han esculpidas de tal manera que, con sólo mirarlas, con sólo dejarse atrapar por la proporción, por su belleza, por todo eso que está perfectamente calculado para crear un estado similar dentro suyo, la persona lo siente. Con sólo sentarse en silencio frente a la estatua uno siente como le invade una extraña sensación de plenitud, algo que no sucede jamás al sentarse frente a una escultura occidental producto del arte subjetivo.
La escultura occidental no eleva el ser interno del observador, máximo le despierta alguna emoción o, principalmente, la sexualidad. En los pueblos preindustralizados, en Próximo Oriente y en Oriente la situación es diferente. Las estatuas son esculpidas por las manos de los artistas, pero antes que un escultor comience a esculpir debe aprender meditación. Antes de comenzar a tocar la flauta de caña o ney, el músico sufí aprende a meditar. Antes de comenzar a componer poesía, el indígena americano aprende a meditar y agradece al Gran Espíritu al que llaman Wakan-Tanka. La meditación es absolutamente imprescindible para el arte objetivo, y sólo así —más las leyes que lo regulan— nace arte trascendente y objetivo. Leyendo las líneas de un haiku —una forma de poesía corta japonesa de tres líneas, quizás de tres palabras– y sólo si se leen en silencio, le llega a uno el sentido profundo y sorprendente del haiku. El arte objetivo lo es porque abre las puertas del ser interno de las personas y, con ello, la experiencia universal.
Por otro lado, a menos que una persona no sea verdaderamente creativa, nunca encontrará verdadero goce en el acto de crear, y para ser creadora la meditación es una necesidad básica. Sin esta conexión consciente con la parte serena y universal que todos albergamos, con el Ser interno, uno puede pintar o componer, pero esas pinturas y melodías no aportan nada a los demás, incluso hay quien dice que no deberían mostrase nunca porque, aunque hayan ayudado al artista a descargarse, no tiene derecho a cargar a nadie con su subjetividad. El arte objetivo es arte meditativo que provoca lo mismo en todo receptor; el arte subjetivo, en cambio, es arte de la mente y, por ello sin mayor valor.
Dr. Josep Mª Fericgla
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