El nuevo ‘día del euro’, antes llamado ‘día de Navidad’

La mayoría de nuestros antepasados solían hacer muchas cosas —especialmente las celebraciones— empujados por un sentido profundo de la vida. Vivían muy cerca de la Tierra y de la Naturaleza, sentían que en la Tierra está el origen de nuestra vida y nos nutre, y que de la Naturaleza emana el sentido de la existencia. Así, nuestros ancestros conocían la escurridiza realidad a partir de su propia experiencia y vivencias, no desde teorías estériles, filosofías vacías o frases cortas a través de pantallitas que hoy son una plaga. No necesitaban semejantes artificios para explicarse la vida ni para reconocer el foco que guiaba su caminar.

Una de las celebraciones más antiguas en nuestra región del Mediterráneo, es lo que se conocía como “los doce días del Cuerno de Oro”, o “doce días de la Abundancia”. Se trata de los doce días que van del 24 de diciembre al 6 de enero. Antiguamente —hasta hace un siglo o incluso menos— durante esos días nadie trabajaba, la vida cotidiana se detenía y el tiempo quedaba en suspenso. Eran días de familia, fraternidad, rezos, regalos, agradecimiento, espiritualidad y abundancia.
Alguien puede preguntarse: “¿De dónde salió esa larga celebración de doce días? ¿Tiene alguna relación con el consumismo desenfrenado de hoy que, curiosamente, también se da en los días cercanos al solsticio de invierno?”. Pues sí, se trata de una pulsión cultural y psicológica que llevamos impresa en nuestro inconsciente desde hace milenios. Hoy hacemos algo parecido a lo que hacían nuestros ancestros durante los doce días del Cuerno de Oro, pero de forma intrascendente, compulsiva y absurda.
Como suelo hacer, empecemos por descubrir el sentido y origen del lenguaje que usamos. La expresión Cuerno de la Abundancia proviene de Cornucopia, del latín ‘cornu’, cuerno, y ‘copiae’, abundancia: ‘cornu copiae’. En nuestro mundo clásico, desde el siglo V a.C., el cuerno era símbolo de abundancia y de prosperidad. ¿De dónde surgió este hermoso símbolo de abundancia, tan distinto al ‘ponerle los cuernos a alguien’? La tradición nació de una nodriza, una cabra mitológica y el gran dios griego.
Amaltea —que en griego significaba ‘ternura’— era una ninfa que fue la nodriza del dios Zeus. A veces, esta ninfa aparecía en forma humana, a veces en forma de cabra que alimentaba a Zeus-niño con miel y leche (de cabra, claro). Explica el mito que un día la cabra rompió uno de sus cuernos, Amaltea lo llenó de frutos y flores y se lo llevó a Zeus. El padre de los dios se puso tan contento que ascendió al cielo con la cabra y el cuerno roto, convirtiendo al animal en el primer unicornio y creando la constelación de Capricornio.
Otras versiones del mito afirman que el dios-niño, un tanto impetuoso como tantos niños humanos, estaba un día jugando con sus tremendos rayos y —naturalmente, sin querer— rompió uno de los cuernos de la cabra-nodriza Amaltea que se enfadó de valiente. Para calmarla, Zeus le otorgó un poder especial: concedería todo lo que deseara a quien poseyera el cuerno. Sea de una versión o de otra, es de ahí de donde surgió la leyenda del Cuerno de Oro.
¿Ha cambiado algo desde aquel lejano tiempo hasta el actual ‘Día del Euro’ antes llamado ‘Día de Navidad’? Sí y no.
La mitología de cada pueblo indica el camino a seguir —‘mito’ significaba ‘modelo a seguir’— y era, y es, una representación del inconsciente colectivo. En este sentido, el solsticio de invierno —día 21 de diciembre— marca la entrada al invierno y un tiempo en el que desde hace miles de años los campesinos han recogido y almacenado la cosecha, y se han preparado para pasar la oscura y fría estación, encerrados en casa con los suyos.
El invierno es la época en la que los seres humanos somos convocados por la madre Naturaleza para agruparnos, protegernos mutuamente, para darnos calor y amor, y para compartir los sabrosos alimentos que se han cosechado y guardado.
Podríamos decir que tanto psicológica como culturalmente, y aunque no lo percibamos a nivel consciente, somos empujados desde la oscuridad de nuestro interior a comportarnos de manera festiva con los nuestros, consumiendo los alimentos almacenados y celebrando el encuentro.
Al margen de creencias religiosas que siempre se aúnan a las grandes fuerzas que marcan la condición humana, la celebración del solsticio de invierno se pierde en la noche de los tiempos siendo muy anterior al cristianismo. El ritmo solar rige el eterno ciclo anual que da la vida y el palpitar en la Tierra, y nuestros sensatos ancestros adoraban el Sol, fuerza real y palpable sin la cual sería imposible vivir en este planeta.
Por encima de creencias, religiones, filosofías y políticas coyunturales somos miembros de una especie viva llamada ‘humanidad’, y esta especie es movida por fuerzas inconscientes cuyo objetivo parece ser que es mantener la vida de los pobres individuos que la forman, canalizando positivamente su existencia. La prosperidad a la que aspiramos como especie, no se basa en acumular bienes absurdos, sino en mejorar y evolucionar como individuos vivos.
Hay patrones que se repiten y afectan a la humanidad, como es el caso que nos ocupa de la prosperidad y la abundancia en estas fechas, pero los humanos podemos desviar la pulsión hasta convertirla en una serie de conductas enfermizas —que aprovechan psicólogos y psiquiatras para su particular prosperidad.
Nuestros antepasados parecían tener muy claro el significado de ‘prosperidad’ y de ‘abundancia’ ya que en el Cuerno de Oro solo aparecen vegetales. Uno puede pensar que es el único alimento que interesa a las cabra, pero no: el simbolismo profundo del que habla el mito es que el Reino Vegetal sostiene la vida, y que allá donde abunda, florece el ser humano. La prosperidad va íntimamente ligada a la vida, no tiene sentido sin ella, y en nuestra psique va ligada a la abundancia de vegetales comestibles, combustibles y transformables.
La verdadera abundancia tiene que ver con la salud física y mental, con sentir satisfechas las necesidades para mantener una vida confortable, tiene que ver con el amor y con compartir sin compulsiones, tiene que ver con vivir teniendo un sentido para ello. Así, parece claro que la visión clásica tiene poco que ver con el consumismo desenfrenado y absurdo que se nos vende como ‘objetivo de la vida’, especialmente en estas fechas de Navidad, Reyes, Papa Noël y Reyes Magos, seguido por las rebajas de enero y ahora por la última y más estúpida importación consumista, el Black Friday.
Si habéis llegado hasta aquí, os deseo una Felices Fiestas y, palabra de honor, pido a Zeus que sea bondadoso y generoso con cada uno de vosotros y con los vuestros.

Desde el rinconcito de mundo donde habitualmente escribo, TE DESEO UNAS FELICES FIESTAS DE NAVIDAD, SENCILLAS, AMOROSAS Y TIERNAS, COMPARTIDAS CON AQUELLOS A LOS QUE AMES, LOS TUYOS.
BON NADAL i FELIÇ ANY 2016!
Gracias a todos por estar ahí.

J.Mª Fericgla

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