Consciencia de la individualidad

Cuarto peldaño para ser lo máximo uno mismo (calentado motores para el seminario-espectáculo ‘Constrúyete’).

CONSCIENCIA DE LA INDIVIDUALIDAD
Josep Mª Fericgla
El camino recorrido en los peldaños anteriores —observarse y reconocer los límites, respetarse y tomar consciencia de la soledad— suele desencadenar en una revelación deslumbrante que acelera el camino hacia la unidad interior, hacia el convertirse en uno mismo o en una misma como individualidad, que literalmente significa no-dividido. Llegados aquí uno puede preguntarse: “¿Qué forma toma o cómo se siente esta unicidad?”. Respuesta: únicamente se tiene una vida para ser vivida y experimentada, y esta vida —la tuya— es ineludiblemente distinta de todas las demás vidas humanas.
La individualidad es la otra cara de la moneda de la soledad.
En estos momentos, mientras yo escribo estas frases y mientras tú las lees, conviven miles de millones de seres humanos pisando el mismo planeta; en estos momentos hay millones de personas haciendo exactamente lo mismo y a pesar de esto no hay, ni nunca ha habido ni nunca habrá dos seres humanos iguales. Cada persona es biológicamente, psicológicamente, geográficamente, culturalmente e históricamente única y diferente de todas las demás. Cada persona tiene pensamientos, penas y alegrías únicas y recorre un camino que le es propio.
Cada cual puede hacer para sí mismo y para los demás cosas que nadie ha hecho antes y que nadie podría hacer de la misma manera. La esencia de cada persona se manifiesta en cómo hace lo que hace, no en lo que hace. Ninguna persona está condenada a llevar una vida dictada por los demás, nadie está condenado a no ser él o ella mismo, a pesar de que muchos lo acepten.
El cuarto peldaño hacia la construcción de uno mismo tiene su núcleo en el hecho de reconocer —y hasta de celebrar— todo aquello en lo que se es distinto de los demás, en reconocer la individualidad de cada uno en el universo. Por otro lado, esta etapa también implica reflexionar seriamente sobre las circunstancias que tal vez nos han hecho olvidarlo y sobre lo que debemos hacer para no desatenderlo de nuevo.
Es tarea de cada persona realizar el supremo y sagrado esfuerzo de comprender y asimilar que el objetivo último de toda vida humana no es transitar como un ser accidental, movido por el esquema estímulo-respuesta automática, no es sobrevivir como un mendigo resignado, sino que el objetivo es desarrollar todo aquello que la Naturaleza nos ha dado en forma de dones y de potenciales, es de super-vivir como seres creadores de su propio destino, de seres que caminan por una vía que ellos mismos se crean de acuerdo a sus valores y aspiraciones. Una vida que ningún otro ser humano puede concebir de igual modo.
Recorrer este peldaño nos empuja a invertir la situación del ser accidental resignado a mendigar. Nos empuja a estar despiertos y a no hacer meramente lo que los otros hacen o esperan de nosotros, nos empuja a no pensar en el éxito de acuerdo a criterios que otros han forjado, a no compararnos jamás y a no querer ocupar un cargo que otro pueda desempeñar mejor que yo. Nos anima a tratar de hacer algo único, empezando por descubrir lo que hay de único y singular en uno mismo. Ser creativo significa ser capaz de encontrar mis soluciones a mis problemas. El cuarto peldaño se refiere a hacer algo único en todo: en el trabajo laboral, en las relaciones amorosas, en la manera de vivir y el lugar donde se vive, en los pasatiempos y en la forma de vivir la espiritualidad.
No es inusual que las personas nos veamos temporalmente constreñidas y obligadas a desempeñar trabajos que detestamos. Así y todo, uno puede hacerlo de manera diferente a cualquier otro; puede buscar el desarrollo de su individualidad en el ámbito laboral mientras espera encontrar otra ocupación laboral más acorde a su sentir. Incluso puede buscarla en el área recreativa de su vida que, como tantos casos, puede acabar siendo su fuente de ingresos.
Uno puede prodigar amor a los demás incluso a través de un trabajo pesado y rutinario. En cierta ocasión, una chica joven participó en uno de mis talleres prácticos, era una chica joven, hermosa, simpática y especialmente despierta. Le pregunté sobre su ocupación laboral y explicó amablemente que, aunque lo que más satisfacía era viajar, trabajaba en una humilde churrería de un barrio obrero, lo que la obligaba a levantarse a diario de madrugada para abrir el pequeño comercio antes de las 6 de la mañana. Alguien le comentó lo pesado que era su trabajo, a lo respondió que no, que con cada bolsa de churros que vendía regalaba una de sus hermosas sonrisas a la persona que la compraba, y así le ayudaba a pasar un día alegre. Pocos años más tarde la encontré de nuevo y había subido el cuarto peldaño: con su novio habían comprado un coche caravana, habían instalado una churrería ambulante y estaban preparando un viaje por tierra a India, viaje que irían financiando sobre la marcha con la venta ambulante.
Esta etapa debe conducir, finalmente, cultivar el coraje necesario para escoger el propio camino, y no una sino tal vez varias veces a lo largo de la propia vida, a gestionar la propia existencia de diversas maneras.
Una vida plena, una vida buena, una súper-vida, es aquella existencia en la que una persona se busca de forma permanente, se encuentra y se pierde de nuevo, y así una y otra vez. El camino hacia el éxito de ser uno mismo es un camino espiral, no recto.
Y de esta manera y con estas palabras acaba la cuarta fase del camino.

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