Haz un pesebre

HAZ UN PESEBRE

Dr. Josep Mª Fericgla
Societat d’Etnopsicologia Aplicada — Fundació J.Mª Fericgla
Campus Can Benet Vives

Puede parecer extraño a más de una persona que hable del pesebre y que os anime a mantener esta preciosa tradición anual, pero lo voy a hacer. No se trata de una ñoñería de folclorista ni de una fijación con la simbología cristiana, sino de una costumbre ancestral mucho más profunda y espiritual y anímicamente revitalizante.

Al margen de la actual descristianización de Occidente, es interesante observar cómo se mantiene la tradición familiar de hacer el pesebre y cómo se mantienen los mercados locales donde venden las preciosas figuritas hechas a mano, representando los personajes que componen el pesebre tradicional. En ningún pesebre puede faltar el Niño Jesús, la Virgen María, San José, el buey y la mula, es decir, la esencia de la vida representada por el Belén, pero es que hay otros personajes cotidianos, como lo somos cada uno de nosotros, necesarios para acabar de configurar la magia del pesebre. Me refiero a la lavandera, a los pastores alrededor del fuego y sus rebaños de ovejas, a la castañera y el herrero, al leñador cargado con el haz de leña recién aserrada camino de casa, el gallinero, el niño o la niña con un gato, los trozos de tronco y de musgo fresco para representar las montañas y todo los demás.

Se mantiene el pesebre porque es una tradición que enraiza en nuestro inconsciente profundo, más allá del cristianismo, dando expresión a algunos arquetipos que resultan vitales para nuestra vida espiritual y para nuestra evolución. En otras ocasiones he analizado con detalle el simbolismo del Niño Jesús como representación del arquetipo de la vida renaciente, fresca e imperturbable aunque parezca frágil, como imagen del arquetipo inconsciente que Jung denominó El Niño Eterno o Puer Aeternus, en la Edad Media concebido como el Homúnculo tan anhelado y buscado por los viejos alquimistas (podéis buscar entre mis escritos o correos de otros años por esta misma época).

De ahí la importancia de mantener esta tradición en cada casa, en cada familia y en la vida personal de cada uno de nosotros. El pesebre es la imagen de la Navidad que significa «renacer». Nativitas significaba «volver a nacer». Si no se abre un espacio al permanente renacimiento, uno acaba inevitablemente como el leñador del cuento persa, muerto en vida.Os animo a hacer cada año el pesebre con vuestros hijos, familiares o amigos próximos. A hacerlo dejándoos llevar por la tierna e inofensiva ilusión infantil que nos empuja a gozar dedicando algunas horas a buscar el material natural para construir el paisaje, a distribuir las figuras por el pesebre con sentido —jamás hay que dejarlas desperdigadas por encima del musgo como si no tuvieran nada que ver entre ellas—, a sentir la magia del renacimiento y a explicar el sentido del pesebre a vuestros pequeños.

También os animo a buscar figuras que representen las personas de vuestra familia o a hacerlas si no hay otro camino. Cada personaje simbolizado en el pesebre se nutre, por así decir, de la energía vital de la Navidad.

Probablemente mejoraría la relación entre vosotros el hecho de dedicar unas horas fraternas a dejaros arrastrar e inspirar por la energía mágica de la Navidad. En términos del Cuarto Camino de Gurdjieff, al dedicar un tiempo y esfuerzo para hacer el pesebre, al sentir lo que despierta y al rememorar su sentido simbólico, se está activando la energía del Centro Emocional Superior, similar a lo que sucede cuando estamos en compañía de un bebé.Mantengamos viva esta tradición.

Para acabar, un poco de historia. El primer pesebre viviente parece que lo representó San Francisco de Asís, en Greccio el año 1223. El santo patrón de los ecologistas, tres años antes había visitado Tierra Santa donde quedó impresionado por lo que sintió y vio. Tiempo después, al pasar por el valle de Rieti, a una hora y media de Roma, se fijó en unas cuevas que le recordaron la cueva de Belén, y organizó un pesebre vivo. Un siglo más tarde, en 1330, en Nápoles se organizó el primer pesebre documentado con figuras escultóricas, y ya en el siglo XV se hacían pesebres navideños en Mallorca y Catalunya con escenas y personajes propios de cada región. En Catalunya se añadió la figura del ‘caganer’, el «cagón» al que se ha dado tanto bombo, a finales del siglo XVIII, no siendo el único lugar donde forma parte del pesebre: también en la tradición pesebrista de Nápoles y de Murcia aparecen cagones.

Si no habéis hecho ya el pesebre, tenéis una gozosa ocupación para estos días. No os olvidéis de poner alguna figura que me represente, obsequiándome algo de esta maravillosa energía que generáis. Y, por favor, que la figura que me represente no sea la del ‘caganer’.

Dr. Josep Mª Fericgla
Can Benet Vives, 7 de Diciembre, 2022

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