Dr. Josep Mª Fericgla
(fragmento del libro Ayahuasca. La realidad detrás de la realidad, Kairós 2018)
Investigaciones realizadas en animales han puesto de relieve que las denominadas células progenitoras neurales, las neuronas de las que nacen nuevas células nerviosas, aumentan y se multiplican gracias a la acción de los alcaloides presentes en la ayahuasca. Así y entre otras zonas, la ayahuasca propulsa la multiplicación de células precursoras de una pequeña zona del cerebro conocida como hipocampo y, además de ello, empuja las nuevas neuronas a madurar y a distribuirse por el cerebro (ver [1]).
El hecho de que los alcaloides de la ayahuasca afecten especial, pero no únicamente, a esta pequeña zona del cerebro es, a su vez, de la mayor importancia dado que el hipocampo juega un papel clave en casi todos los procesos cognitivos relacionados con la memoria, incluyendo los procesos de aprendizaje. En otras palabras, la ayahuasca es un enteógeno que ayuda a ejercitar y recuperar la memoria, y a gestionar mejor los recuerdos, una función clave en toda psicoterapia y en la vida humana general, dado que el recuerdo es la base del aprendizaje y de la propia identidad.
La función del hipocampo para la vida psicológica del ser humano va disminuyendo a medida que avanza el proceso normal de envejecimiento, y de forma vertiginosa al sufrir la enfermedad de Alzheimer u otros desórdenes neurodegenerativos como las demencias seniles. En este sentido, los descubrimientos de la farmacología permiten afirmar que la ayahuasca actúa a múltiples niveles de complejidad neural y en diferentes escalas de tiempo, todo lo cual contribuye de diversa manera a mejorar la eficacia de los procesos psicoterapéuticos en los que se usa la mixtura amazónica.
Por otro lado, resultados obtenidos a partir de estudios en animales han puesto de manifiesto que algunos principios activos presentes en la mixtura protegen las células del cerebro de la hipoxia o falta de oxígeno y, como he comentado, estimulan el nacimiento de nuevas células (ver [2]). Estos sorprendentes resultados abren las puertas a potenciales aplicaciones terapéuticas de los principios activos de la ayahuasca que van desde el tratamiento de la depresión hasta los trastornos neurodegenerativos, pasando por la psicoterapia. Antropológicamente hablando, las mismas virtudes son conocidas desde hace siglos por los pueblos donde el consumo de ayahuasca es tradicional.
Sabemos también que los alcaloides de la ayahuasca afectan, además del hipocampo, al resto de estructuras cerebrales del sistema límbico, actualmente denominado cerebro emocional que incluye también áreas subcorticales y algunas áreas corticales. Es una especie de cerebro dentro del cerebro que regula nuestras emociones, lo que equivale a decir que gestiona prácticamente nuestra vida. La mayor parte de nuestro sentir y de las creencias están modulados por la red emocional, y nuestra conducta está determinada por las reacciones emocionales, a pesar de que nos definamos vanidosamente como seres racionales.
De forma esquemática y para concretar hasta donde sabemos —sabiendo que no sabemos casi nada de los procesos bioquímicos y biofísicos relacionados con los enteógenos—, la mixtura amazónica afecta también el córtex cingulado anterior, una zona del cerebro encargada de integrar la información emocional y cognitiva que llega al cerebro, y de gestionar los recuerdos lejanos de la biografía del sujeto. Y afecta la ínsula, otra estructura cerebral que forma parte del sistema límbico.
La ínsula está situada en la confluencia de los tres grandes lóbulos del cerebro, el temporal, el parietal y el frontal, actuando de verdadero eje de conexión entre el sistema límbico (cerebro emocional) y el neocórtex (cerebro analítico, responsable del lenguaje y de la visión) y su función consiste procesar la información interna, participando de nuevo de maneras muy diversas y fundamentales en la vida del sujeto.
En las dos décadas iniciales del siglo XXI, nuestros neurocientíficos han explorado la relación que hay entre la ínsula y el sistema de recompensa cerebral, descubriendo que esta estructura interviene también en los procesos adictivos, al contribuir en el mantenimiento de ciertas conductas ansiosas en relación a determinadas drogas. Se podría decir que tanto la empatía como el deseo intenso de algo derivan del funcionamiento de la ínsula. Al tener importantes conexiones, por un lado, con el cerebro emocional y por el otro con el neocórtex o cerebro pensante y visual, la ínsula juega un papel crucial en el proceso de reflexión, en el reconocimiento de las emociones y, como acabo de apuntar, en la sensación empática, entendiendo la empatía como la capacidad para comprender y experimentar los sentimientos y emociones de otros. De ahí, pues la enorme importancia de la ínsula en la vida emocional del ser humano, y, por inferencia, la formidable influencia de los alcaloides de la ayahuasca en la vida psíquica de los consumidores al afectar directamente el funcionamiento de esta pequeña estructura cerebral.
La empatía empuja a que las personas nos ayudemos mutuamente. Es la base biológica del altruismo, del amor, de la preocupación por los demás y de la disposición a ayudar. Y se pueden extender las consecuencias del sentir o no empatía hasta los propios mecanismos que usamos para tomar decisiones. Así pues, todos los consumidores sanos de ayahuasca conocen la intensidad del compadrazgo, del amor impersonal que se genera entre el grupo de participantes que comparten la experiencia, así como las renovadas ganas de vivir y la claridad mental que se disfruta al día siguiente, lo que ayuda a tomar decisiones con mayor objetividad. Personalmente, puedo afirmar que los días posteriores al consumo de ayahuasca, suelen ser días de gran claridad y orden mental que, si me es posible, dedico a escribir con gran rendimiento intelectual.
En sentido contrario, se ha observado que los individuos sin ínsula tienen una capacidad mucho menor para reconocer las emociones que las personas sanas, especialmente en lo que respecta a la experiencia de la alegría, la sorpresa y el dolor. A su vez, se ha observado también que los déficits en el funcionamiento de la ínsula, en algunos casos, tienen cierta similitud con trastornos como el autismo, el caotizante trastorno límite de personalidad (TLP) y otras anomalías conductuales que, probablemente, podrían ser tratadas con ayahuasca —o ya lo son en los pueblos en cuyas tradiciones se observa este consumo.