LOS BARDOS Y LA MUERTE
Dr. Josep Mª Fericgla
Hay un concepto original del budismo tibetano que tiene un enorme interés para la cosmovisión occidental, tan arraigada a los estados estables, a las realizaciones y a la materia medible y definible. Se trata del concepto de bardo.
La palabra tibetana bardo literalmente significa «estado intermedio», también traducido como «estado de transición» o «periodo de cambio» y, de manera genérica, se utiliza para referirse al periodo que transcurre entre dos encarnaciones.
En la cultura occidental, el término bardo también se usa para referirse a una suspensión temporal de la vida ordinaria, por ejemplo, para realizar un retiro espiritual. Tales oportunidades son necesarias para el avance de la humanidad ya que, durante tales retiros, bardos o periodos de transición se reducen las presiones externas y las rutinas y la persona puede empujar su evolución. Sin embargo, tales bardos son un desafío a nuestra estabilidad debido a que los impulsos más burdos y oscuros también pueden surgir a flote, tal y como se narra en el Bardo Thodol o Libro Tibetano de los Muertos. En Occidente denominamos la «noche oscura del alma» a tal encuentro con las partes oscuras del propio ser, encuentro imprescindible para aprender y avanzar en el camino hacia la liberación última.
Así pues, en su sentido original y dentro de una cosmovisión que contempla la reencarnación, bardo se refería exclusivamente al periodo de tiempo que transcurre entre una vida y la siguiente, y éste sigue siendo su significado original cuando se aplica sin más explicación.
No obstante, tampoco en el budismo hay un acuerdo universal sobre el sentido de bardo, ya que una de las tendencias dentro del budismo defiende que el renacimiento, o nueva concepción, sigue inmediatamente a la muerte, mientras que otra tendencia, a la que se conoce como Mahayana, asegura que debe haber un intervalo entre ambos periodos terrenales. Sea como sea, el concepto de bardo puede ser entendido como cualquier etapa transicional entre dos estados.
Afinando más la comprensión de la esencia de este concepto tibetano, bardo puede ser incluso aplicado a cualquier momento de la existencia. Por ejemplo, al momento presente, a este instante del ahora y aquí, que es un bardo o transición continua siempre suspendida entre el pasado y el futuro.
Más tarde, la tradición tibetanadistinguió seis bardos que cubren el ciclo completo de vida, muerte y renacimiento, que son el Bardo de la propia Vida, el Bardo de la Meditación, el Bardo del Sueño, el Bardo de la Muerte, el Bardo de Dharmata y el Bardo de la Existencia.
Así pues, y resumiendo extremadamente la milenaria tradición oriental, tras la muerte del cuerpo y antes del siguiente nacimiento o reencarnación, la consciencia del individuo no está conectada con ningún cuerpo físico y experimenta una enorme variedad de fenómenos. Este periodo de tránsito dura un máximo de cuarenta y nueve días, comenzando en el momento justo después del óbito. Usualmente, a la última expiración le sigue una secuencia de vivencias muy particulares en orden dinámico degenerativo. En el momento de la muerte, el sujeto tiene la experiencia más clara de la realidad de las que somos capaces los humanos, y esta imagen va degenerando hasta las más terribles alucinaciones que van surgiendo, resultado de los impulsos y de las acciones más burdas realizadas por la persona durante el periodo de vida.
Para los individuos espiritualmente avanzados, el bardo ofrece una gran oportunidad para liberarse de la rueda de reencarnaciones ya que, en este periodo, repito, puede aparecer una consciencia clarísima o experiencia directa de la Realidad, se da una percepción de la Realidad sin el filtro de la interpretación mental, característica fundamental del ser humano. En sentido contrario y para otros, este periodo de transición, el bardo, puede convertirse un espacio peligroso debido a las impresiones kármicas negativas que arrastran y que pueden orientarlos a un renacimiento poco deseable. Tiene un cierto equivalente en el purgatorio de los cristianos.
Así pues, el Libro Tibetano de los Muertos debe ser entendido como un texto iniciático y técnico en el cual se dan instrucciones sobre cómo dirigir a la persona que ha fallecido siguiendo las indicaciones de los tres Bardos principales de la muerte: el Bardo del momento de la Muerte, el Bardo de la Realidad y el Bardo del Renacimiento.
BARDO DEL MOMENTO DE LA MUERTE (Bardo Chikhai)
Este primer episodio de tránsito engloba lo que sucede en el momento de morir. El cambio acaece cuando la consciencia se va retirando de los sentidos. El sonido y las imágenes se van apagando lentamente hasta que la persona ya no oye ni ve nada. Todo se vuelve borroso. Finalmente, también lo borroso desaparece. No hay ninguna sensación táctil ni olfatoria, ni se percibe ningún sabor. La consciencia se retira de los cinco sentidos y de todo el cuerpo físico. Pasado un tiempo, hasta la respiración misma se detiene. La persona hace su última y larga inhalación, y luego, con un lento suspiro, exhala el último aire. Se instala un largo y extraño silencio y ya no vuelve a inhalar. Para los presentes parece como si la persona estuviera simplemente inconsciente.
Llegados a este punto del bardo o periodo de transición, la consciencia se disocia completamente del mundo exterior, de los sentidos y de la mente inferior, y se va alejando o vaciando de todas las cosas que le habían interesado en vida: de sus pasiones, apegos, gustos y disgustos, placeres, creencias e intereses.
En ese momento -y siempre de acuerdo con el Libro Tibetano de los Muertos-, ocurre una experiencia muy especial a la que denominan La Luz de la Realidad. De forma repentina y así sea un simple instante, la persona experimenta algo como si fuera un relámpago, es la Realidad misma. Durante un instante cegador esta Luz surge y luego desaparece, aparece lo que los budistas denominan el Dharmakaya, lo que en términos occidentales suele denominarse la Clara Luz de la Realidad o del Dharmadatu. Para la mayoría de las personas, esta experiencia solamente dura un instante. En el caso de las personas que son verdaderos practicantes de meditación o que han evolucionado espiritualmente, la percepción de la Luz dura más tiempo.
Según narra la tradición tibetana, y es una afirmación compartida por místicos de diversas otras tradiciones, experimentar la Realidad de forma directa es algo aterrador. A la gran mayoría de la gente cuando, en el momento de la muerteexperimenta la Realidadsin el menor filtro, le resulta una experiencia aterradora, sienten un miedo intenso y al vislumbrar esta revelación retroceden, se retiran de la vivencia. Es como si lo último que se quiere es ver y estar en la Realidad. Los humanos no podemos confrontarla. En palabras de T.S. Eliot: «…la humanidad no es capaz de aguantar mucha Realidad». En el mismo sentido, Aldous Huxley escribió: «Todo nuestro organismo psicofísico está diseñado para protegernos y defendernos del impacto de la embestida de la Realidad. Parecemos estar hechos para tamizar la Realidad de tal manera que solo gota a gota se recibe, para así poderla asimilar.»
De acuerdo con las indicaciones del Libro Tibetano de los Muertos, aquellos que no retroceden en este momento, la experiencia en sí misma les ofrece una gran oportunidad de liberación. Si uno no tiene miedo y es capaz de aceptarla, justo en ese momento la persona puede unirse con la Realidad.
Para poder hacerlo en esta fracción de segundo o lo que dure la experiencia de enfrentarse a la Realidad, el sujeto debe reconocerla, debe ver esa Luz como algo propio, no como un fogonazo que proviene de afuera ni como algo terrible. Uno debe ser capaz de reconocerlo como el resplandor de su propia Mente Verdadera en su nivel más profundo y sublime.
Siguiendo las indicaciones esta obra milenaria, si la persona ha reconocido la Clara Luz de la Realidad en el transcurso de su vida terrenal, quizá a través de la meditación o en alguna experiencia mística, la unión con ésta en el momento de la muerte es más fácil, la persona se reencuentra con algo que ha experimentado ya antes. Sin embargo, es difícil reconocerla en este momento porque la muerte es una experiencia que, hasta donde recordamos, no nos había sucedido.
Descrito lo anterior, cabe indicar que es necesario recibir ayuda externa durante este bardo.Por lo menos un insistente recordatorio. En la tradición tibetana, se prescribe que haya un maestro espiritual o hermano en la fe que acompañe al moribundo, cuya misión es recordar lo que debe hacer en ese momento. El acompañante deberá estar sentado al lado del moribundo en el momento de la última expiración recordándole y susurrando tranquilamente en el oído: «Lo que ves ahora, lo que estás experimentando ahora, esto es la Realidad, es la Clara Luz de la Realidad, tu propia mente. No tengas miedo, no te aterrorices, no te distraigas con pensamientos del pasado, son simple ilusión, permite que esta Luz te atraiga hacia adentro de ella, permite que te absorba.» La persona oye el consejo del hermano espiritual, se tranquiliza y piensa: «De veras, no hay de que temer, esta experiencia de luz es la Clara Luz de mi propia mente, debo unirme con ella.»
Si la persona logra unirse se Liberay todo está bien. Ha logrado la Realidad, se ha emancipado del nacimiento y de la muerte, del renacimiento. Pero si uno no reconoce esta etapa y no es capazde captar y aceptar la Luz, la persona experimenta la Realidad una segunda vez. Hay un segundo encuentro, pero esta vez menos claro.
LA SEGUNDA EXPERIENCIA DE LA LUZ EN EL BARDO DEL MOMENTO DE LA MUERTE
De acuerdo con el Libro Tibetano de los Muertos,la Clara Luz Secundaria surge media hora después de que la respiración haya cesado y en esta etapa también se puede alcanzar la Liberación.Pero de nuevo, un maestro o hermano en la fe debe recordar al muerto las prácticas espirituales realizadas en vida, diciendo: «No te olvides -puesto que está hablando con el cadáver-, no olvides tus meditaciones, lo que estás experimentando ahora es lo mismo. Lo que estás experimentando ahora es lo que experimentaste en aquellas prácticas. No tengas miedo, permite que te lleve, únete a la luz.»
En algunos casos, la Liberación ocurre en esta etapa. Sin embargo, en muchos otros casos no sucede. Aquellos que no alcanzan la Liberaciónal ver la Clara Luz de la Realidad Primaria o la Clara Luz de la Realidad Secundaria, entran en un estado de desvanecimiento profundo, un estado de comasin consciencia, que dura entre tres y cuatro días, tras los cuales pasa al siguiente estado, al Bardo de la Realidad o Bardo Chonyid.
Veamos ahora, a modo de simple ilustración, otros estados de tránsito o bardos que suceden en la vida humana.
BARDOS DE LA VIDA, SUEÑO Y MEDITACIÓN
Bardo de la Vida
La vida en sí,de acuerdo con la enseñanza budista tibetana,es un estado intermedio entre el nacimiento y la muerte, y es en el transcurso de esta vida cuando podemos decidir, escoger y determinar si continuamos dando vueltas en la Rueda de la Vida o si avanzamos hacia arriba, evolucionando en forma espiral. La gran decisión a tomar consiste en ser reactivos o ser creativos. Por ello, en todas las escuelas de Budismo se da la mayor importancia a la vida humana, ya querepresenta una oportunidad maravillosa para evolucionar. Esdurante la vida humana cuando tenemos la posibilidad de alcanzar el estado de centralidad última, el estado transcendental que esta tradición denomina Budeidad y que el cristianismo conoce como Paraíso. En consecuencia, este bardo o etapa intermedia que es la existencia humana, resulta tan raro y valioso que no debe desperdiciarse.
Bardo del Sueño
El sueño es un estado intermedio entre la vigiliay el sueño profundo. En el Bardo del Sueño es posible entrar en contacto con niveles más profundos de la realidadque se manifiestan en sueños a través de imágenes arquetípicas, imágenes oníricas que hay que diferenciar de los sueños ordinarios. Las imágenes que aparecen en los sueños arquetípicos difieren de las de los sueños ordinarios en que se manifiestan con colores brillantes, con todo tipo de cromatismo y matices parecidos a las joyas o al arco iris, y son sueños memorables para el sujeto.
La gente que experimenta tales sueños suele otorgarles un significado inmenso, entendiéndolos como experiencias interiores de gran calidad y profundidad existencial.A menudo, cuando las personas tienen un sueño arquetípico, aldespertarse sienten que les ha ocurrido algo muy importante y transformador, sienten que algo ha cambiado en su mundo interno. Son sueños que no se olvidan fácilmente, y la psicología junguiana afirma que tales sueños arquetípicos juegan un papel sumamente importante en el proceso de individuación.
En la tradición budista existen ciertas técnicas yóguicas, ejercicios espirituales y métodos de meditación diseñados específicamente para mantener viva la práctica espiritual durante el sueño. Para algunas personas resulta incluso más rápido progresar durante el Bardo del Sueño que en estado de vigilia. Por otro lado, también es posible recibir iniciaciones yenseñanzas espirituales durante el estado de sueño arquetípico, enseñanzas de las que nunca se olvidan. De acuerdo con la Tradición, hay personas que incluso han logrado la Iluminación durante el sueño.No hay que pensar que solo se puede alcanzar la Iluminación en estado de vigilia sino que, siempre según el budismo, es nuestro mero prejuicio el que convierte el estado de vigilia en la base universal y válida. En este sentido, diversas informaciones provenientes de diferentes yoguis repiten que también en el estado de sueño pueden mantener la atención despierta: el sujeto sueñay a la vez tiene plena consciencia de la realidad de sus sueños y experiencias, sin que se diluya la atención.
Bardo de la Meditación
Tal vez sorprenda encontrar que la meditación se incluye aquí, como periodo de transición. ¿En qué sentido la meditación es un estado intermedio? Por un lado, es el estado intermedio entre dos estados que podríamos llamar de «consciencia normal». Pero para ser más precisos,la meditación es un estado intermedio entre dos pensamientos.
Nuestra mente está dominada por una sucesión constante e ininterrumpida de pensamientos. Normalmente, no tenemos consciencia de ello ysolo empezamos a darnos cuenta de tal movimiento ininterrumpido en el momento de la meditación.Todos aquellos que meditan saben que,en cuanto uno se sienta y cierra los ojos, se hace consciente el gran torrente de pensamientos que llenan precipitadamente la mente y que hay que luchar contra ese movimiento incontrolado para recuperar el centro. La persona los observa, se hace consciente de ello y, poco a poco y con esfuerzo, consigue que el torbellino vaya pasando cada vez más despacio, parece que los pensamientos no van tan apresurados, todo va más lento. El meditador descubre que, finalmente, llega un momento en el que puede ver todos sus procesos mentales sin ser invadido por ellos, empieza a tener consciencia de cada pensamiento independiente, uno por uno, sin que haya miles de pensamientos golpeando a la vez todo el espacio mental.
Conforme va todo más lento y los pensamientos empiezan a llegar de uno en uno, la persona experimenta los intervalos que hay entre cada pensamiento: «Aquí llega un pensamiento, me doy cuenta de que está llegando, me doy cuenta de que se queda, de que se va, de que ya no tengo ningún pensamiento, solo un espacio». Con la práctica, la persona consigue que los intervalos entre pensamiento y pensamiento se hagan más largos:un pensamiento llega, se va y transcurre un cierto tiempo antes de que llegue otro pensamiento. Hay un intervalo sin pensamientos. Al inicio de la práctica meditativa solo es un instante, pero conforme se gana dominio mental este intervalo se amplía a unos segundos, luego unos cuantos minutos y finalmente se puede llegar a experimentar hasta media hora el estado de no-pensamientos o de profunda calma mental. En realidad,no existe una meditación verdadera sin alcanzar esta experiencia de vacío interior. En el estado de no-pensamientos, de vacío entre pensamientos, es cuando la persona puede entrar en contacto con la Realidad Suprema tal y como sucede tras la última expiración.
Finalmente, están los últimos bardos, el Bardo del Momento de la Muerte, el Bardo de la Realidad y el Bardo del Renacimiento. Es acerca de estos bardos que trata principalmente el Libro Tibetano de la Muerte, si bien todos forman un solo bardo, en el sentido de que todos son estados intermedios entre la muerte y el renacimiento o reencarnación.
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