Las palabras no tienen huesos, pero los rompen

LAS PALABRAS NO TIENEN HUESOS, PERO LOS ROMPEN

I.

Día a día cambia la sociedad. Yo solía conversar con jóvenes, chicos y chicas, y reíamos y nos contábamos cómo cada uno ve el paisaje que le rodea, y nuestros gustos y necesidades. Debo confesar que hoy ya no entiendo casi nada de lo que pasa en el mundo.

Trump quiere comprar Groenlandia como una gran inversión inmobiliaria. Desde mi ignorancia de alguien que vive en la periferia del imperio, Trump me evoca la figura del grotesco, ignorante y peligroso matón de barrio que lloriquea cuando no consigue lo que quiere, esta vez amplificado a nivel hollywoodiense. Como Dinamarca no le quiere vender Groenlandia porque, aunque está bajo su jurisdicción, es de los groenlandeses, el presidente electo de los usanos -habitantes de USA- se niega a visitar Dinamarca como niño enojado porque no le dan el caramelo que cree tener derecho a exigir. Lo realmente grave, a mis ojos, es que la mayoría de usanos votantes le siguen aupando como presidente, simplemente que porque consigue que las acciones  -la mayoría de usanos tienen acciones de alguna empresa-  se revaloricen bajo su mandato sin atender ningún otro criterio ético, ni ecológico ni de bondad. Para postre, hace uno o dos días, parece que el hombre, mirando extasiado al cielo, declaró ser: “el elegido”. Dios mío… espero que sea el elegido para mostrar a la gente dormida, mayoría que lo vota, lo que sucede cuando la estupidez y la intolerancia son aupadas al cargo de mandamás.

Por otro lado, el totalitarismo más escalofriante y oscuro avanza por Europa a marchas forzadas porque la mayoría de la gente lo escoge. La “gente” (por educación, suprimo el adjetivo que iba a poner) entrega su voto a partidos que escarban en la muerte en lugar de defender la vida, a partidos que usan la democracia, conseguida con miles de honrosos muertos y varias generaciones luchando por este derecho, para acabar con la propia democracia. Grupos sanguinarios que anulan el derecho a la Libertad de Expresión haciendo uso de este mismo derecho, y lo aceptamos como “el dilema de la democracia”. En mi opinión, es un error. Como dice Th. Kallifatides, las libertades democráticas, para no volverse autodestructivas, deben estar al servicio de principios más grandes que ella misma, por ejemplo, al servicio de la paz y de la igualdad entre las personas. Y hoy no es así, la democracia está al servicio de las corporaciones multinacionales que ponen y quitan políticos de acuerdo a sus inhumanos intereses.

II.

En Brasil, otro desequilibrado electo para el cargo de presidente, J. Bolsonaro, abre las puertas de la frágil Amazonía a las llamadas “tres B”, que resumen los colectivos que lo han apoyado. A la corrosiva Biblia evangelista, a los Bueyes o ganaderos y a las Balas o industria armamentista. Las tres B también son la inicial de Borrar toda forma de vida natural y toda biodiversidad, de Burlarse de todo futuro hermoso para nuestros hijos gracias a las devastadoras motosierras que ha permitido entrar en el llamado pulmón de la tierra que mantiene la estabilidad en el medio ambiente mundial, y donde los suicidios entre indígenas se han triplicado; y la tercera B es la de Borremos toda expresión de libertad. Desde que este exmilitar, partidario de la tortura y del asesino golpe militar de 1964, fue elegido presidente de Brasil, el pasado enero 2019, ha habido 38.228 incendios en la Amazonía. ¿Alguien puede creer que fueron accidentales? 38.228 incendios en la húmeda cuenca amazónica. Tal devastación está calcinando hoy, ahora mismo, animales salvajes, vegetales conocidos y especies aún desconocidas, y humanos que viven enraizados en sus tierras ancestrales. Esta barbarie sin precedentes es causada para así arrasar la selva y, en su lugar, plantar el esterilizante monocultivo de soja transgénica empleada para engordar animales que luego serán convertidos en filetes y trasladados a las mesas de los sobrealimentados occidentales. La mayor parte de carne no ecológica, que es la casi totalidad, proviene de animales alimentados con soja amazónica transgénica. Y tal alimentación carnívora causa, dicen, del 86% de la contaminación medioambiental.

III.

Prácticamente cada semana, cerca de mi casa, agonizan y mueren ahogados en el Mediterráneo centenares de inmigrantes africanos o de Asia Menor que ya no tienen absolutamente nada que perder en sus países de origen, países a los que nuestras industrias y comerciantes de esclavos han dejado exhaustos, extrayendo minerales sin pagar el menor impuesto, y ahora les echamos los perros para que no entren en nuestras casas y ciudades amuebladas con sus materias primas. Toda esta tragedia sucede delante de mis ojos mientras nuestros decadentes e inútiles políticos discuten y discuten estupideces como viejos presuntuosos y acabados, vegetando en un asilo de oro. O peor aún, prefieren entorpecer la vida real antes que soltar sus butacas de debajo de sus nalgas, como ha pasado recientemente con la alcaldía de Madrid y la de Barcelona, para poner dos simples y conocidos ejemplos.

En este mismo instante, mientras redacto estas palabras llenas de dolor, el barco Open Arms está desembarcando a los más de 100 inmigrantes que rescató hace 20 días en alta mar sin que ningún gobierno europeo le ayudara hasta estar en el límite de la tragedia. Por otro lado, el Ocean Viking, barco de la ONG Médicos sin Fronteras, con 356 refugiados a bordo recogidos a la deriva en el Canal de Sicilia, dice tener suministros solo para los cinco próximos días y sigue esperando que algún país europeo los acoja. El gobierno portugués dijo ayer estar dispuesto a acoger 35 de tales inmigrantes. ¿Y el resto? Escribo estas líneas sentado en un bar de Llucmajor, Mallorca, y, justo en la mesa de al lado, hay cuatro personas con aspecto liberal y tolerante, dos hombres maduros con el cabello largo recogido en cola de caballo y dos mujeres con camisas blancas y sueltas, tipo ibicenco, hablando de la situación provocada por el barco Open Arms. Hoy está en boca de todos aunque, probablemente, la próxima semana se habrá olvidado. Me resulta triste escuchar cómo esos cuatro sujetos atacan con una sorprendente virulencia la acción de salvación humana de la ONG, como si les fueran a quitar de su sueldo el dinero para acoger a los desventurados inmigrantes que llegan cada día a las costas europeas buscando trabajo y un país donde vivir en paz, países a los que, a la fin, con su trabajo aportan más de lo que reciben. Justo éste es uno de los ignorantes y lerdos argumentos que esgrimen para estar en contra de acoger refugiados. ¿Habéis contado alguna vez cuánto os roban los bancos en los que tenéis depositado vuestro dinero? ¿Habéis calculado cuánto pagáis anualmente, cada uno de vosotros, para mantener esa institución inútil para el país que es la casa real española? ¿Tenéis idea de la cantidad de vuestro miserable dinero que va a los bolsillos corruptos de los políticos que votáis? Ignorantes, resentidos y majaderos que merecéis vivir la emigración como sufrieron muchos de vuestros abuelos tras la Guerra Civil española y que, gracias a que fueron bien acogidos en Alemania, en Inglaterra, en México o en Argentina, ahora vosotros os permitís juzgar a los demás desde la pantalla de vuestro móvil y las tripas llenas.

Acabo de leer que la mujer que más años ha pagado impuestos en España, una pequeña empresaria gallega que empezó a cotizar a los 14 años y que ahora tiene 78, se acaba de jubilar cobrando una pensión de menos de 1.000€. En cambio, los políticos españoles, creo que con que ocupen un mes el escaño ganado en unas elecciones, ya tienen derecho a cobrar pensión vitalicia, y no de menos de 1.000€. Esos cuatro homínidos de la mesa vecina de la mía en el bar de Llucmajor, y los millones de gente como ellos, mejor harían ocupándose de lo que tienen justo al lado, de sus vecinos, familiares, compañeros de trabajo e hijos.

IV

Los padres cada día tenemos menos peso e influencia directa en la educación real de nuestros hijos. Simplemente, no valemos nada. Las nuevas generaciones están en manos de las madres y abuelas que, aunque nadie se atreva a decirlo por el arrebato feminista que nos inunda, en muchos casos bloquean la relación entre los hijos y el padre, generando unas consecuencias que ahora empiezan a verse en el totalitarismo galopante que inunda el paisaje. No hace falta que se dé violencia física, hay infinitas y sibilinas maneras de denostar o ningunear a un padre ante los hijos hasta conseguir que lo vean como un personaje inútil y hasta molesto. Que nadie se ponga las manos en la cabeza por esto, se veía venir desde tres o cuatro décadas atrás.

Nuestra psicología analítica ha puesto de relieve que los sagrados y saludables límites en el periodo educacional de un hijo o de una hija, es una tarea que corresponde a la psique masculina, al padre. Si no hay padre, pone los límites la madre para bien de todos, pero solamente si no hay padre. El problema hoy es que en numerosos casos hay padre y madre pero están separados, y la figura paterna ha sido excluida del hogar por la madre, reduciendo su relación con los hijos a la pensión mensual para la manutención y poco más, siendo la madre quien detenta todo el poder anímico y fáctico sobre los descendientes. A menudo, se acusa a los padres de abandono de la educación de los hijos, pero no se habla de la madre que usa a los hijos como arma arrojadiza contra el padre hasta hacerlo avergonzar, o que ignora por completo su existencia ninguneándolo hasta disolverlo. Cuando esto ocurre, la figura paterna no tiene el menor recurso legal ni cultural para reclamar la importancia que tiene, como mínimo a nivel psicológico. Hoy no vale casi nada. Es poco menos que un pobre diablo que pretende transmitir a sus hijos algo a lo que él suele llamar “valores” pero que valen tanto como él, casi nada.

En mi opinión, desde los años 1980 observo un gravísimo y creciente problema con la falta de límites, empezando por los psicológicos y familiares. La mayor parte de los problemas actuales -políticos, sexuales, generacionales, emocionales, de identidad, adiciones a drogas de abuso, violaciones de mujeres, problemas morales, espirituales…-  están intrínsecamente relacionados con la falta de límites en el ámbito psicológico, y eso está relacionado con la negación del padre. Ahora mismo, como decía, estoy en Mallorca, pasando unos días con mi hija pequeña de cinco años, en la casa de su madre con quien mantengo una excelente relación a pesar de no estar juntos. Me siento cálidamente respetado por ella, que no hace si no buscar maneras de alimentar la relación entre la pequeña y yo, algo poco habitual. He propuesto a nuestra hija que, aprovechando sus vacaciones escolares, venga a pasar unos días conmigo, en mi casa, donde disfrutamos de buen ambiente y tiene una increíblemente buena relación con mi esposa. Se ha negado con una rabieta infantil. Al margen de otras cuestiones, como el indiscutible respeto a los niños, me ha dado qué pensar ¿Es correcto que un padre pregunte a su hija de cinco años si quiere ir con él y hacerle caso obedeciendo su voluntad, mayormente de capricho? Salta a la vista que la relación entre madres e hijos es una relación natural que nadie discute, “lo que dice la madre, se hace”, pero la relación entre padres e hijos, especialmente si los progenitores están separados, está vuelta del revés. Son los hijos los que deberían buscar la aprobación de los padres, y son los padres los que, en muchos casos, debemos buscar la aprobación de los hijos si queremos “disfrutar de su compañía” como indica la Ley.

No se puede decir en voz demasiado alta porque el feminismo está de moda y, si bien es cierto que hay detestable violencia machista, también la hay feminista, solo que ésta es invisible y, a menudo, se centra en corroer los límites y ningunear la figura paterna. Niños sin límites, jóvenes perdidos. Jóvenes perdidos, adultos angustiados. Adultos angustiados, votos para la intolerancia y el fascismo. “No sufráis más. Ésos, los oscuros y los diferentes, son los malos que nos causan inseguridad y pobreza, y nosotros somos los buenos. A por ellos”. Me refiero a los cuatro vecinos de mesa en el bar de Llucmajor, y a los millones de votantes de partidos de derechas y de extrema derecha. Peligrosas mentes vacías en almas miedosas. Hemos olvidado la lección de la historia reciente en Europa, dos guerras mundiales, casi doscientos millones de muertos.

Cada día se expande otra nube tóxica y me refiero a la intolerancia alimentaria, que no anda lejos de la intolerancia ideológica. Tampoco se puede decir en voz alta porque las masas que siguen las modas no admiten la peligrosa actividad de pensar o de reflexionar. Érase una vez  -para no situarlo en un tiempo ni en un lugar concreto, pero es una situación real-  un numeroso grupo de veganos que estaban haciendo una especie de retiro espiritual, por llamarlo de algún modo, pidieron al centro donde se albergaban que cocinara carne en los ágapes dos de los cinco días que duraba el retiro de veganos. Todo dicho.

¿Dónde estamos y hacia dónde vamos? ¿En qué momento nos perdimos? No me apetece ser negativo ni alardear de “realismo”, no soy negativo y menos aún masoquista, pero ningún sufrimiento humano me resulta ajeno. Cuando veo ancianos que no tienen ni ordenador obligados a tener una firma digital para cumplir con las obligaciones estatales, sufro por ellos, y por mí, y me vienen a la cabeza las palabras iluminadas de Ayn Rand, en su incomparable obra La rebelión de Atlas, que deberíamos leer más: “cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti (…) y que la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada”. 

A pesar de todo ello, prefiero -y espero seguirlo prefiriendo hasta el final de mis días- que mis manos den, de persona a persona, en lugar de lloriquear pidiendo lo que puedo alcanzar por mí mismo.

Dr. Josep Mª Fericgla

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