Por el Dr. Josep Mª Fericgla
Hace tres décadas, en medio de una curiosa situación que cambió mi vida para bien, conocí al psiquiatra mexicano Salvador Roquet. Él era un hombre maduro que rozaba la ancianidad, bajo, enjuto y de carácter fuerte. Yo, era un joven de treinta años que poco antes me había doctorado en antropología y estaba interesado –entonces como ahora– en los estados expandidos de consciencia, en los propulsores químicos para alcanzarlos, en las técnicas extatogénicas y en los chamanismos como vías para el desarrollo saludable y la evolución del ser humano hacia el bien. Conocí a S. Roquet en mi propia casa de la Gran Vía de Barcelona, donde vino discretamente a dirigir dos sesiones de psicoterapia con enteógenos, sesiones que marcaron cierta huella en la psicología transpersonal catalana hasta el punto de hablarse veladamente de ellas en algún que otro libro.
El Dr. Roquet había desarrollado una potente psicoterapia basada en los diferentes efectos de los enteógenos o psicotropos visionarios, terapia que denominó de psicosíntesis. Se trataba de disolver la mente cotidiana bajo el efecto de ciertos estupefacientes (LSD-25, psilocibina, MDMA, 2CB, ololiuqui, ketamina u otros) dentro de un contexto altamente preparado, para que los pacientes no tuvieran escapatoria y se vieran enfocados a observar lo que albergamos en nuestro inconsciente. La psicosíntesis de Salvador Roquet es una técnica para dar la vuelta a la mente, como quien gira un calcetín al revés y deja que caiga todo lo que contiene para poderlo observar. Sus sesiones y la técnica que desarrolló han inspirado, como mínimo, el formato de experiencia holotrópica (S. Groff, M. Schlichting, R. Yensen y otros pioneros estuvieron en las sesiones de S. Roquet y ahí fue donde los conocí), mis talleres para despertar a la vida a la través de la muerte basados en la respiración holorénica, y también han inspirado otras técnicas actuales de psicoterapia transpersonal y diversas corrientes de cultivo del mundo interno. Previamente a sus sesiones de psicosíntesis, S. Roquet obligaba a los participantes a rellenar un test del que yo nunca había oído hablar, el test o Prueba de Valores Hartman. Lo rellené. Unos días después de la contundente y eficaz terapia, Roquet daba de nuevo el test Hartman para que sus pacientes lo rellenaran por segunda vez. Lo rellené de nuevo. Cuando el anciano psiquiatra mexicano me comentó qué había cambiado en mí debido a la experiencia con enteógenos, me quedé confuso y atónito por la profundidad, extensión y precisión de sus comentarios, tanto referidos a aspectos psicológicos de mi personalidad, como a aspectos emocionales, existenciales, sociales y al camino que debía seguir en mi desarrollo como ser humano. ¿De dónde había sacado esta preciosa y precisa información? De la prueba de valores Hartman que había rellenado antes y después de las sesiones de psicosíntesis. Yo conocía los grandes tests de diagnóstico (por ejemplo, el DSM de la época) que ocupaban cientos de páginas y en los que había que responder muchísimas preguntas, pero nunca, nunca nadie había observado con tanta exactitud y profundidad matices y procesos internos de mi personalidad, y menos aun extrayéndolo de un cuestionario, por llamarlo de algún modo, compuesto por dos simples listas de 18 ítems cada una. Veinte minutos fueron suficientes para cartografiar mi psique y mi alma, y para despertar un inmenso respeto y un gran interés por el resto de mi vida hacia la Prueba de Valores Hartman.
Robert S. Hartman desarrolló esta maravillosa prueba a partir de sus estudios sobre axiología formal o ciencia de los valores. Años más tarde, en un seminario con el grupo de Boston, fue diseñada la aplicación clínica del test y esta es la historia. S. Roquet había conocido a R.S. Hartman en su despacho del Instituto de Investigaciones Filosóficas, donde Hartman ejerció de profesor durante 16 años. Fue ahí donde Hartman aplicó la prueba que lleva su nombre a Roquet, dejándolo tan impresionado por el resultado como, años más tarde, Roquet me dejó a mí. Entonces, el psiquiatra mexicano propuso al filósofo alemán la adaptación de la prueba axiológica al campo de la psicología clínica. Pasaron tres meses juntos sumergidos en la tarea, grabando las sesiones de trabajo y fue, de esa manera, como la prueba surgió tal y como la conocemos hoy para el mundo de la psicoterapia, del cultivo del mundo interno y, en general, para cartografiar el alma humana. Nunca llegué a conocer a Hartman en persona. Su obra me llegó indirectamente a través de S. Roquet pero fue suficiente para despertar mi admiración y mi compromiso en hacer lo que estuviera de mi mano para ayudar a la difusión de esta Prueba de Valores o test Hartman, y en aportar mi granito de arena para que Robert S. Hartman ocupe el lugar que merece dentro de la historia de la ciencia y de la búsqueda del bien. Promover y prologar la biografía que el lector tiene entre sus manos forma parte de este granito de arena.
Tras descubrir las incuestionables, extensas y sorprendentes posibilidades de la Prueba de Valores Hartman en diversos campos –psicoterapia, desarrollo humano, selección de personal, antropología, previsión de violencia social, etc.– busqué y leí la gigantesca obra filosófica de Robert S. Hartman, hoy práctica y trágicamente olvidada. A pesar de ello, con total seriedad le considero uno de los sabios del siglo XX cuya humildad y humanidad fue tan enorme como su sabiduría. R.S. Hartman llegó a ser juez en la Alemania pre-nazi y, a raíz de sus críticas públicas al horror que se avecinaba, fue perseguido por la policía secreta nazi durante años, dentro y fuera de Alemania. De ahí que en 1933 decidiera cambiar su nombre de pila –Robert Schirokauer–, por el de Robert S. Hartman a raíz de un azar, aunque siempre mantuvo la ‘S.’ en recuerdo de su original ‘Schirokauer’. Entre 1968 y 1973, Hartman fue profesor de metodología de investigación en la Universidad de Ténesis, EEUU –de ahí que dejara su obra en herencia a esta Universidad. Durante estos cinco años, R.S. Hartman alternó medio año como docente en la Universidad de Ténesis y la otra mitad lo pasaba en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde también era profesor de investigación y metodología de la ciencia.
Numerosos de sus alumnos lo consideraban un genio de la filosofía del que aprendían muchos e importantes temas y, en muchos sentidos, el pensamiento axiológico ha estado más influenciado por Hartman después de su muerte que durante su vida. Leer sus textos de filósofa ayuda a entender y apreciar el valor intrínseco y infinito de cada personas como individuo, centro de experiencia consciente y ejecutor único de actividad para construir el mundo. Su humildad alcanzaba para escribir en su biografía:
…curiosamente, mi propia filosofía me ha enseñado la relativa falta de importancia de mi filosofía.
Tal actitud de valorar primordialmente la dimensión intrínseca de las personas ha cristalizado incluso tras su muerte. Un hombre como R.S. Hartman, que hizo una gigantesca aportación en favor de la humanidad, que dedicó su vida a la búsqueda del bien, murió el 20 de septiembre de 1973 y su tumba está en el cementerio de Cuernavaca, México. Uno esperaría encontrar una lápida honorífica y ostentosa, permanentemente rodeada de flores frescas, pero el lugar donde está enterrado el cuerpo de R. S. Hartman está señalado por una humilde lápida de la que alguien incluso ha arrancando la inscripción original, en un humilde cementerio mexicano.
Es una paradoja, pero una autobiografía completa nunca puede ser escrita antes de que el autor haya fallecido, y por entonces es demasiado tarde. Robert S. Hartman acabó de redactar su autobiografía, que tiene tanto de personal como de ensayo científico, social, político, psicológico, filosófico y religioso, el 10 de octubre del 1963, pero vivió casi diez memorables años más. Este periodo final de su existencia lo relata en la presente biografía Arthur R. Ellis, es el apéndice final titulado ‘Los últimos años’. De todas maneras, el texto biográfico que sigue no fue redactado como una verdadera biografía sino que Freedom to Live: the Robert Hartman Story, fue inicialmente escrito a demanda y patrocinado por la Nationwide Insurance Companypara sus seminarios de formación dirigidos a empresarios y directivos, cuando corrían los años 1962 y 1963. Una lección a tener en cuenta por parte de psicólogos, psiquiatras, filósofos y humanista contemporáneos: a las personas de negocios les interesaba la persona de Robert S. Hartman y la axiología formal, en cambio sus colegas lo han dejado caer en el olvido. No voy a sacar conclusiones de este hecho.
Sin ser un experto en filosofía axiológica, ya que mi formación es en antropología y etnopsicología, por tanto desde la casi total ignorancia, puedo afirmar que otros filósofos y axiólogos solo han sido capaces de encontrar el valor intrínseco en cualidades universales repetibles como el placer, el conocimiento, la virtud, la ley moral, la creatividad… no en los individuos, y ésta es la base de la genial y útil aportación de Robert S. Hartman. Toda identificación de valores intrínsecos con universales seriados tiene como consecuencia relegar a un estatus inferior, de bienes extrínsecos, a las personas conscientes que ejemplifican tales universales.
En las teorías éticas tradicionales, los centros individuales de consciencia –los individuos– son relegados al estatus de extrínsecamente útiles pero intrínsecamente son tratados como recipientes sin valor, recipientes en los se puede verter y almacenar temporalmente algunas cosas buenas como el placer, la verdad o la rectitud moral. Robert S. Hartman realizó una aguda y genial corrección a este sesgo que apuntaba hacia los valores universales e iba en contra de los individuos, sesgo que ha dominado la ética tradicional, desde Platón hasta la actualidad. Por otro lado, su teoría axiológica no reduce la capacidad de los bienes universales para enriquecer nuestras vidas, de ahí que el énfasis de R.S. Hartman en el valor intrínseco de las personas debe tomarse con suma seriedad histórica y científica en tanto que corrige los sesgos aceptados por la teoría ética tradicional. Y, más allá del ámbito filosófico y científico, puede que el destino de la vida en la Tierra dependa de ello. Algo más que me ha impulsado a promover la edición de esta autobiografía es que, además de narrar la maravillosa y ejemplar trayectoria vital de una persona fascinante, muestra lo fácil que resulta pasar por alto la verdad esencial que implica la búsqueda del bien, objetivo vital y último de Hartman. En palabras del propio biografiado:
- Había visto a Hitler organizar el mal, y yo había decidido tratar de organizar el bien (…). Me dije a mí mismo: ‘si el mal puede organizarse tan eficientemente ¿Por qué no el bien? ¿Hay algún motivo para que la eficiencia sea monopolizada por las fuerzas del mal en el mundo? ¿Por qué es tan difícil organizar el bien? ¿Por qué parece que las personas buenas, a lo largo de la historia, nunca han tenido el mismo poder que las personas malas?’. Decidí que intentaría descubrir el porqué y que dedicaría mi vida a hacer algo al respecto.
Las consecuencias de la ignorancia de este factor –la posibilidad y necesidad de buscar el bien– son desastrosas para la vida cada individuo y lo serán para el total de la humanidad de seguir el rumbo en que estamos enzarzados. Desgraciadamente, no tan solo han sido los filósofos quienes han minusvalorado al individuo a lo largo de la historia en aras de conceptos superiores, aunque simplemente abstractos. Muchas otras personas, en especial las que están en posiciones de poder e influencia social, están –y han estado durante milenios– dispuestas a sacrificar el bienestar e incluso las vidas de las personas en tanto que individuos, por supuestos bienes que solo atañen al orden social o a la empresa, a la dimensión que Hartman denomina el bien extrínseco y sistémico. Estamos asistiendo a un tremendo y muy peligroso momento histórico en el que el mundo vivo –me refiero a las personas y a muchas otras formas de vida, no a las cosas–, por un lado está siendo destruido en beneficio de los bienes extrínsecos tales como la riqueza material –acumulada por el 1% de la población mundial–, el petróleo, la exigencia de un trabajo que nunca es recompensado adecuadamente, poder, territorios en litigio o estatus social. Por el otro lado, está siendo destruido en nombre de bienes sistémicos tales como los dogmas religiosos, las ideologías políticas, la supuesta pureza étnica, las soberanías nacionales y, en algunos países, la gloria militar. Robert S. Hartman puede ayudarnos a entender la locura de estas perversiones que están acabando con la vida en el Planeta. Además del valor de la presente biografía como tal, me atrevo a asegurar que se trata de uno de los primeros –y de los pocos– manuales serios de valores humanos del siglo XX. Dicho en términos actuales, esta autobiografía es un inspirado e inspirador precursor de lo que hoy se conoce como libros de autoayuda. Es un texto espléndido para aprender a vivir de la mano de un home modélico. Hartman expone y explica en su biografía seis vías prácticas y realistas que podemos seguir para alcanzar el desarrollo del Ser, anticipando con ello lo que más tarde se ha puesto de moda llenan estanterías de librería de textos vacíos de contenido que se hacen denominar manuales de desarrollo humano, textos de autoayuda, psicología práctica, etcétera.
Así por ejemplo, pensamientos como los que siguen son una muy pequeña muestra extraída al azar del propio texto biográfico, y podrían formar parte de cualquier manual clásico de vida budista, sufí, cristiana, musulmana, janseista, advaita o zen.
“Si no eres consciente de tu Ser sólo vives un poco, y este es un peligro siempre presente en una sociedad socialmente bien organizada como la occidental.”
“Como nuestro ser interno no tiene límites, somos intrínsecamente uno con cada otro Ser.”
“La infinitud Humana es también una certeza matemática que puede ser demostrada en forma axiológica.”
“Lo que cuenta no es lo que haces, sino el espíritu con el que lo hagas”.
R. S. Hartman consiguió algo que desde, Sócrates, Epicteto y Platón, pasando por los grandes filósofos, pensadores y maestros espirituales clásicos, hasta las mentes privilegiadas actuales han intentado sin éxito: formalizar la dimensión cualitativa del alma y de la psique humana.
En este sentido, me atrevo a situar la obra de Hartman a la misma altura de las grandes creaciones de personas excepcionales como C.G. Jung, E. Kant o A. Einstein.
Por otro lado, la biografía y los postulados de Hartman son absolutamente actuales. La misma clase de mal y de cruel dominio de lo militar sobre la vida civil, representado por Hitler y su odio hacia las personas entre las que contó al propio R.S. Hartman, está hoy presente en la Unión Europea, los EEUU y en la mayor parte de Estados africanos y asiáticos. Asesinos uniformados, demagogos de toda calaña, oportunistas políticos y charlatanes que defienden la competitividad económica y el poder militar y policial por encima del valor humano de los individuos están extendiendo la misma filosofía, muy próxima a la violencia ruda, mediocre y sin cultura, están empleando las mismas técnicas de distorsión de la realidad a base de mentiras repetidas y de chismorreos maliciosos de los que se alimentan millones de personas frustradas, que no tienen dónde ir ni nada constructivo que hacer con sus vidas.
Las víctimas de la demagogia barata y violenta se van convirtiendo en una masa engullida por la irracionalidad y la locura. Es un juego extremadamente peligroso que puede arrojar a millones de personas a una orgía de autodestrucción, y todo en el nombre de un falsa civilización, una falsa religión y una falsa prosperidad material.
Dr. Josep Mª Fericgla
Notas a la publicación
Actualmente en el campus Can Benet Vives, espacio creado para el cultivo del mundo interno que dirige el Dr. Fericgla desde hace 20 años, realizamos cada año un seminario de 10 días dedicado a profundizar en el aprendizaje de cómo utilizar la herramienta que Robert S. Hartman desarrolló, el test o prueba de valores de Hartman-Roquet. Este seminario lo imparte la Doctora Janine Rodiles, persona que pasó gran parte del tiempo de su vida aprendiendo y trabajando con el Dr. Roquet, quien junto a Robert S. Hartman desarrolló el test.
Es difícil expresar el gran aporte y la gran ayuda que ha supuesto para el Doctor, para su práctica como psicoterapeuta, para los talleres que dirige y sobretodo para ir siguiendo el proceso de desarrollo de una persona, la aplicación de esta prueba. Aprender a utilizar esta prueba es de un valor incalculable para cualquier persona que se dedique al mundo de la psicoterapia, el coaching, el desarrollo personal o como herramienta de autoexploración personal.
Podrás encontrar toda la información en el enlace que sigue
https://josepmfericgla.org/actividades/seminarios-y-formacion/hartman